Jamás hubiese imaginado lo que ese día le deparaba. Había estado ocupado en asuntos con Giotto, trabajos y organización de misiones. Desde su regreso a la cúpula no había hecho más que arreglar el desastre dejado por su suplente; podría decirse que estaba completamente cansado mental y físicamente por aquella situación. Había ocasiones en las que le dolía hasta la cabeza, ¿a quién se le ocurría enviar trabajos tan estúpidos? ¿Acaso creían que los asesinos de la cúpula era un grupo que realizaba labores por dinero? ¿Algunos cazarrecompensas? Le fastidiaba leer eso, se molestaba demasiado y siempre terminaba usando esos papeles como fuego para encender sus puros.

La mañana había sido demasiado ajetreada, así que pasó parte de la tarde durmiendo con la misma tranquilidad y serenidad de siempre, tratando de no pensar en esas absurdas misiones que le dejaban un mal sabor de boca. Un llamado a la puerta lo despertó, un poco molesto se puso de pie tan sólo para ver de quién se trataba; el culpable era uno de los mensajeros de Giotto, éste le decía que tendrían una reunión al día siguiente. Tras decirlo, se retiró enseguida luego de hacer una reverencia, ese tema de la reunión ya lo tenía cansado, lo repetían todos los días a toda hora, era una desgracia. Se preparaba para cerrar la puerta, cuando una pequeña nota pegada en ésta llamó su atención. La tomó con cuidado y la leyó, interpretando enseguida el mensaje, pero no prestándole más atención de la debida. No sabía si se trataba de algo genuino, una reunión para descansar al aire libre, o si se trataba de algún tipo de broma.

Entró de nuevo a su habitación y dejó la nota por allí, antes de meterse a la ducha. Al cabo de algunos minutos, salió totalmente relajado y despejado, envuelto en una toalla blanca antes de dirigirse a su armario para buscar uno de sus típicos trajes negros de vestir. Esperaba que la nota fuese una simple trampa, Xanxus no escaparía de algo así, por más simple que pareciera. Haría acto de presencia ante sus enemigos, y probablemente atravesaría sus cráneos con una bala luego de escupirlos en la cara, así que no podía abandonar ese sitio sin sus dos hermosas pistolas que eran su identidad. Finalmente, llevaría algo para consumir en caso de que no fuese una trampa, el problema principal era... ¿qué? Buscar algo en su nevera era una misión imposible, no tenía nada que pudiese llevar, así que sólo tomó algunas botellas de whisky, igual no se imaginaba llegando con un pastel rosa de fresa, el licor solo estaba bien.

Bajar a la tierra no le era algo del otro mundo, después de todo gastó dos años bajando y subiendo, gastando la mayor parte de su tiempo en la tierra, mezclándose con los asquerosos renegados que merecían un alto. Se decía que en esos dos años que el guardián estuvo en la tierra, el índice de criminalidad había bajado bastante, y era porque el azabache no tenía piedad ni descanso. Tratando de no pensar en esas cosas, llegó hasta el lugar indicado, notando que había muchos allí, aunque en su mayoría eran sus 'empleados'. Dejó un par de bolsas negras en donde estaban todas las cosas. Suspiró y caminó hacia uno de los costados, alejándose de tanta gente, tan sólo se recargó en uno de los árboles cercanos para comenzar a fumar. No era su estilo saludar, no era una trampa después de todo, así que se encargaría de encontrar la relajación que estaba buscando.