Lo peor de los sectores inestables, aparte de la irregular presencia de indeseables, era la climatología. Estaba acostumbrado a los templados y en aquel nuevo paraje aún no estaba adaptado, pero merecía la pena quedarse allí. Cuando se tratase de peleas, el lugar no importaba, pues su vida estaría en juego. Por contactos de cercanas amistades, se informó de cierto grupo que seleccionaba cada semana a un recluta o novato. Pues por esta semana, Jaeger sería el nuevito de aquella singular panda, de la que poco conocía.

En las primeras horas de la mañana, con los rayos del sol asomando por el horizonte, el joven se presentó con suma diligencia, esperando que lo recibiesen. ¡Qué rayos! ¿Le ofrecían un desayuno? Preguntó suspicaz si estaba envenenado, a lo que algunos se rieron de buena gana y negaron la interrogativa. ¿Podría confiar en esa gentecilla? Supuestamente, no tendrían nada en contra del mago, así que probó arriesgar, sentándose, con la liviana espada a su lado en todo momento. Le comentaron que el ''trainer'' no tardaría en llegar, pero no obtuvo muchos datos acerca de él. El renegado estaba todavía tranquilo, preguntándose interiormente cómo sería esa persona, aprovechando para desayunarse con una taza de café matutino y varias tostadas untadas en mantequilla y mermelada. Bueno, por lo pronto, no cocinaban mal... Parte de sus dudas se responderían nada más ver al Cazador.

Terminaba de tragar el alimento, aguardando en silencio, cuando un muchacho, tal vez de su misma edad, hizo acto de presencia, dirigiéndose posteriormente hacia el pelimorado. ¿Era el entrenador? ¿''El Vasco''? Sin siquiera hablar de su persona, el castaño fue directamente al grano. Supuso que para él, la identidad no sería tan relevante. Parecía un militar con esas pintas y la chapa plateada de colgante, sólo le faltaba la camiseta de camuflaje... Y la heterocromía era más que notoria, incluso desde la distancia. Asintió dos veces seguidas a las dos cuestiones formuladas, creyendo ingenuamente que el castaño lo sometería a un puñado de actividades y entrenamientos físicos, una de las materias que peor se le daban desde que había sido estudiante.

Tras acordar la quedada y la hora, se limpió la boca con un pequeño pañuelo que portaba, bebió una decente cantidad de agua, pues calculó que necesitaría estar bien hidratado para lo que se le venía encima. Llegó antes de tiempo, guardando tanto la espada como el abrigo correctamente doblado. Dedicó unos ligeros y rápidos ejercicios de calentamiento. Hacía ya tiempo que no practicaba pruebas físicas de forma asidua... Esperaba resistir hasta el anochecer.
¿Qué clase de cosas haría con ''El Vasco''? ¿Estaría a la altura del desafío? ¿Ese tatuaje en la nuca donde se leía ''Anarchy'' podría significar algo?

-¿Cuándo y por dónde empezamos?- Preguntó con ciertas ganas, las cuales seguramente también se pondrían a prueba.

En solitario, la supuesta prueba podría resultar más difícil de superar, aunque el hecho de que El Vasco haya reclutado más gente será por seleccionar a los mejores ''alumnos'' o más adaptados. No era un gran grupo, pero no parecían gente confiable, cada uno iba a su aire; no todos era renegados. Algunos cazadores también querían formar parte de la panda del castaño. El alemán no habló con estos, únicamente entabló alguna efímera conversación con algunos que antes estuvieron en la cúpula, al menos, para presentarse.

Tres minutos después, volvió a aparecer El Vasco, provisto de una bolsa más unas precisas instrucciones. El grupo le pegó atención como si de una aplicada clase académica se tratase, aunque no faltaban los despistados y engreídos. Según el ''trainer'', era la primera prueba: carrera. El pelimorado se cruzó de brazos, sin alegrarse mucho por tener que recorrer no-sé-cuantos kilómetros. Para sorpresa de todos, del ojo del castaño surgió una especie de proyección cuadrática, indicando rutas, posiciones iniciales y finales. No marcaba la escala, pero el recorrido no parecía complicado. El mago se orientó atendiendo al punto cardinal del norte, pues por algo había que empezar, memorizando por lo pronto el mapa mostrado.

¿La magia contaba como arma? Porque Jaeger no podría deshacerse de todas sus habilidades aprendidas. En cuanto finalizó la charla, El Vasco procedió a darles algunas armas, ya que la mayoría dejó unas cuantas cosas metálicas allí. No contar con su ''varita mágica'' supondría una desventaja notable, pues limitaba sus poderes mágicos. Chasqueó la lengua y vio aburrido aquella pistola semi-automática, revisándola de cabo a rabo y comprobando si cargaba munición:

-¿Y estas balas?- No parecían las convencionales para matar a alguien o algo, esperaba una clara explicación de esto, en tanto que algunos (probablemente, los más valientes o estúpidos) se dispersaban en solitario, confiando en solucionarlo todo en solitario, mientras que dos o tres se congeniaban para marchar juntos cual equipo. La última advertencia del cazador infundió sospechas y más preguntas en la mente del pelimorado. ¿Sería por el tiempo del A-20? ¿Titanes hostiles? ¿O cosas peores que las anteriores juntas?

Apenas apretó el gatillo, algunos ya estaban a varias decenas de metros, en plena caminata hacia un mismo destino. El renegado colocó el seguro a su pistola, preparado para salir, inhaló una bocanada de aire y se unió a un pequeña compañía formada por otras tres personas, las que parecían más simpáticas, se le ocurrió echar un vistazo hacia atrás, por encima del hombro, a ver qué estaba haciendo El Vasco.

Algunos estimaban que el trayecto medía entre diez y quince kilómetros, pero el mago de cabellos morados imaginó que la auténtica dificultad no sería esa...

Guardándose el arma, sujeto a su cinturón, empezó a analizar a sus compañeros de paseo. Parecían de poca monta, tal vez no era la apariencia lo que contaba, sino saber adaptarse a los problemas cernientes. Hablaban intrigados de qué clase de pruebas aguardarían luego de completar esta ''excursión''. Andar un puñado de kilómetros no sonaba como algo difícil o imposible de realizar...

Entre tanto, el pelimorado vigilaba los alrededores, atento a si aparecía algún bicho de malas pulgas. Todo iba la mar de tranquilo, buen tiempo, compañerismo adecuado, tiempo de sobra... Hasta que un disparo y el consiguiente lamento perturbaron el ambiente. La mayoría de los aspirantes, cegados por el egoísmo de ser el único al que El Vasco enseñe, se volvieron los unos contra los otros. las primeras bajas fueron los que iban en grupo, pues los que iban en solitario habían sido más astutos y prefirieron no fiarse de sus iguales. A veces la virtud de los ganadores era la desconfianza...

Antes de que la alarma se pusiera roja para todos los aspirantes, Jaeger había conversado con otro mago, refugiándose ambos para no recibir ningún disparo. Nació la batalla campal y pronto algunos se dieron cuenta de que esas balas no servían para herir de gravedad; otros empezaban a disparar con el miedo a flor de piel, bajo el riesgo de agotar la munición. Otros se ocultaron y practicaron el acecho de víctimas.

-Tenemos que salir de aquí, esto se pone de Guatemala a Guatepeor- Aconsejó por lo bajo a su compañero pistolero, este asintió, preparando el arma por si la situación lo ameritaba. Como cuatro ojos veían mejor que dos, de momento se habían aliado para salir de aquella refriega campal.

Pero la mala suerte le seguía a muchas partes y al intentar empezar a subir por una cuesta rocosa, de entre los pedruscos surgieron dos figuras, apuntando cada uno a su ''diana'' y con una orden de lo más sencilla:

-Bajad las armas o seréis comida para gusan...- El pelimorado no dejó que terminaran, pues tapó los ojos de su compañero: de su ojo izquierdo nació un fulgoroso resplandor que cegó a aquellos dos extraños. Tras dos tiros bien afinados, logró dejarles temporalmente fuera de combate, apropiándose de sus pistolas. Ahora cada uno llevaba dos armas de fuego.

Para no meterse en el fuego cruzado, decidieron tomar otra ruta, pero tenián la sensación de que fueran a donde fueran... Jamás faltaría el enemigo.