No era fácil, no era fácil estar en un mundo desolado, él había visto pasar guerras, había viso alzarse imperios y caer como si fueran fichas de dominó y nunca llego a pensar que esta destrucción llegaría y que no fuera de su mano, lo que más ansiaba, lo que más quería, además de tener a aquella pequeña chica, era sin duda, la destrucción de todo lo demás, un pasado antiguo, un presente sin rumbo y un futuro prometedor se veía ante sus ojos, solo si conseguía hacer caer, aquello que se alzaba en el cielo.
- ¿Y aquí es donde pienso encontrar a mi ejército? – Se decía a si mismo mientras caminaba por una calle destrozada, el asfalto casi no se reconocía con la multitud de cadáveres que había a su alrededor y no ayudaba el no tener un lugar donde descansar, aunque para que buscarlo cuando puedes tomarlo.
A lo lejos vio dos figuras, dos siluetas humanas, quizás, intentando llevarse consigo unas ramas de árbol, para lo más probable, hacer una hoguera, un impulso de odio relleno sus huesos y antes de darse cuenta, ya estaba andando hacia esas dos personas.
- ¿¡Qué es eso!? ¿¡Es la muerte!? – uno de ellos, un chico, me miro aterrorizado, mi aspecto siempre les resultaba aterrador a toda criatura que conseguía verme, algo que, siempre entraba a mi favor.
- ¡Toma esto monstruo! – Tomando una piedra, el otro chico me la lanzo sin pensarlo mucho mientras el asustadizo agarro uno de los palos que había recogido, intentando hacerme frente, esas dos criaturas, me hacían gracia el verlas así.
Cuando la piedra rozo mi corona, ya era demasiado tarde para ellos, riéndome de forma demencial, disfrutando cada paso hacia ellos, alargue mi brazo huesudo volviendo cenizas en palo que llevaba uno de ellos, riéndome ante sus rostros aterrorizados.
- ¿Me tenéis miedo? ¿Teméis que os mate? Haces bien, porque uno de los dos no vivirá para ver el mañana o quizás los dos- los tome a cada uno con mis manos, los alce al cielo mientras los miraba con mi demencial y perpetua sonrisa en mi rostro y entonces les pregunto - Quién de los dos ¿estaría dispuesto a destruir el cielo? - me miraron, extrañados y asustados, ninguno respondió.
-¡No te tenemos miedo, monstruo!  - esas fueron las palabras de uno de los chicos, no estaban dispuestos a colaborar así que no me quedaba más remedio, los acerque a mí y empecé a rociarles con humo magico, la ropa empezó a corroerse, la piel empezaba a quemarse mientras los lance y deje tirados en el suelo, uno de ellos quedo inconsciente y el otro con una pierna rota y sangrante, los deje a su suerte, una suerte que no les ayudaría.
Con ese pequeño encuentro, seguí caminando, eché la vista atrás un momento para ver a los chicos, ya estaban rodeados por tres o cuatro bestias carroñeras, así que seguí andando sin rumbo fijo, no me servían aquellos a los que no me obedecían, siempre les preguntaba lo mismo, siempre respondían lo mismo, ¿Qué es lo que busco? Quizás iniciar el inicio del fin.