Estaba todo perdido para la cúpula porque los renegados que se habían revelado habían logrado hacerse con el poder de todo el lugar a excepción de la academia. Había llegado la hora de demostrar que sabían pelear, tanto estudiantes como profesores como trabajadores como hasta el mismísimo director. Pero, de un momento a otro, gran parte de ellos se vieron encerrados tras una extraña barrera invisible pero potencialmente peligrosa: si la intentaban pasar, eran electrocutados al instante, caían al suelo y no volvían a moverse, siquiera para respirar. Y Giotto se encontraba en el lugar aislado, privado de dar instrucciones o ayudar como fuera a cualquiera de sus queridos guardianes. Una mano caritativa le ofreció una libreta y un bolígrafo para que pudiera comunicarse escribiendo, ya que aquella barrera que añadía una pequeña cúpula dentro de la grande, la ya conocida cúpula que crearon los Vongola, estaba también insonorizada. Un nuevo ataque fue dirigido a varios guardianes, encerrándolos también, y luego a los demás, llevándose a todos los de su alrededor, hasta que no quedó ni uno.
Pocos se habían salvado de esa cárcel asesina, deseablemente sólo temporal, muchos de ellos estudiantes y entre todos los desconcertados Nightray, Vincent y Gilbert, permaneciendo ambos unidos por tal de que no pudieran contra sus fuerzas. Aún no estaba todo perdido, pues el director estaba pensando y estaba a punto de actuar... cuando uno de los renegados mutó y se convirtió en un enorme monstruo, y después otro, y otro, y tras ellos uno de los estudiantes... y la guerra comenzó inmediatamente. Volaron miembros mutilados y la sangre era regada por todos los medios posibles, desde golpes de espada hasta tiros de escopeta, pasando por múltiples ataques mágicos. Y de repente la cúpula desapareció y la academia, flotando aún, explotó. Como todos se extrañaron debía ser una autodestrucción y no algo provocado. Curiosamente, nadie caía. La gravedad parecía haber desaparecido.

Y de repente se encontraba en un lugar cerrado con una mezcla de olor a libros nuevos, ese tan agradable y atrayente para una gran cantidad de lectores, y antiguos, ese tan codiciado por unos y a su vez tan odiado por otros. Y allí debían estar los típicos y frecuentes ratones de biblioteca acompañados por alguna personilla casual y posiblemente unos pocos novatos en el mundo de la literatura, como de costumbre. Pero no. En lugar de ello, allí estaba Vincent, quien debía vigilar y proteger el lugar, solo y completamente desubicado. Todo apuntaba a que estaba en la biblioteca, que era donde trabajaba, y la narcolepsia lo había traicionado una vez más, por lo que llevaba tiempo durmiendo sobre la mesa mientras escribía algo que ya ni recordaba cómo debía seguir ni cómo empezaba, lo cual era ilegible porque el roce de las mangas del rubio contra el papel había causado que la tinta se corriera.
Se fijó en la hora y se percató de lo temprano que era y, al hacer memoria y suponer las leves lagunas mentales causadas por el sueño, recordó que llevaba poco rato allí. Seguramente el ambiente desértico se debía a que la gente estaba en su clase correspondiente, su puesto de trabajo o, a falta de ocupación, aprovechando la mañana para dormir a rienda suelta. Vamos, como lo había hecho él involuntariamente hasta poco antes.

Sólo logró vislumbrar a alguien, como una triste alma en pena, dejándose ver después de abrir la puerta con dificultad. Fingiría haber estado atento todo el rato para ahorrarse problemas, sonriendo inmediatamente desde que había recobrado la consciencia tras aquel curioso sueño.

Siguió al chico con la mirada durante unos instantes pero volvió a lo suyo enseguida, pues si tenía que hacer eso con cada persona que entrara iba listo. Debía reordenar algunos documentos que se habían desperdigado, ni él sabía cuándo, por toda la mesa, así que se centró en ello enseguida, evadiéndose de lo demás hasta que una voz llamó su atención. Alzó la mirada, sin dejar de sonreír, para corresponder al saludo por si necesitaba hacer alguna consulta, o algo. La biblioteca no era un lugar adecuado para tener una conversación animada, pero sí que estaba permitido resolver algunas dudillas.

- Buenos días. - Respondió de igual manera, pues, en apenas un susurro, suave pero perfectamente audible y comprensible. En realidad no molestaría que hablara en voz alta, pues como parecía haber escasez de lectores no había a quien interrumpir, pero ya era prácticamente una costumbre impuesta por la rutina de su empleo.

Mantuvo la mirada en el contrario, en sus ojos, mientras esperaba a que prosiguiera, si era esa la intención, pero no parecía ir a hacerlo. No, al menos, pronto. Aun así decidió esperar un poco y desvió la mirada a los folios que estaba archivando momentos atrás por si le incomodaba ser observado de tal manera, y más teniendo en cuenta lo que podía llegar a llamar la atención su heterocromia, ya fuera negativa o positivamente, aunque se decantaba más por la primera opción. Ni a él mismo le agradaba demasiado.
Volvió la atención de nuevo al chico al oír la disculpa en inglés, a lo que respondió ladeando un tanto el rostro, haciendo ondear un tanto los cabellos al hacerlo.

- ¿Qué ocurre? - Preguntó directamente, de nuevo susurrando, al no entender el sentido de la disculpa, a la vez que volvía a una posición erguida de cintura para arriba. Suponía que no sabía cómo proseguir por la inexperiencia o la timidez.

No estuvo seguro de que el rubio le hubiese entendido el por que de la disculpas. Ojala para su bien el hombre no hubiese notado aquel acto de mala educacion que provenia del castaño. Mantendria la cabeza gacha por unos instantes meditando sobre lo sucedido Bien hecho Reim tonto¡ Se culpaba mentalmente.
Negaria con el rostro por unos segundos denotando tambien lo esparramado de los folios en el escritorio. Como Reim sabia de ordenar y papeleo se paso ppr detras del escritorio para ayudar con el el orden sin siquiera preguntarlo antes. Siendo asi un acto por reflejo por parte de Reim

-..No no.. No es nada. Vaya disparate con los papeles..no? - Le sonreia al heterocromo con levedad intentando que sus estupidos nervios no le jugacen en contra para ese momento. Ya era mas que obvio que el sujeto que se le situaba a su lado se trataba del Bibliotecario...pero aun asi se molestó en preguntar- Usted es el Bibliotecario verdad?...

Reim aun ordenaba algunas cosas arreglandose los anteojos de vez en cuando. Internamente estaba contento de conocer despues de tanto tiempo a quien se trataba de su superior.

Para el heterocromo, esa negación era sinónimo de "No, nada... Nada, al menos, que debas saber.", mas no comentó al respecto. No le importaba que el chico conservara sus propios secretos, pues era algo natural.
Lo que sí que le llamó la atención fue lo siguiente. Veamos... Al entrar en una biblioteca, lo normal era ir directo a las estanterías a por algún libro. De lo contrario, probablemente al bibliotecario para consultar alguna duda. Pero nunca se iba con él para ayudarle con las faenas sin preguntarle antes, ofrecérselo o cualquier cosa que indicara el sentido común. Aun así le dejó hacer, ya que parecía que se le daba bien, sin saber qué decirle para indicarle que aquella actitud no era precisamente la más correcta.

- Sí, un poco, pero... ¿A qué viene esta... ayuda? - No estaba seguro de que la última palabra utilizada hubiese sido la más adecuada, pero simplemente no encontró otra mejor en aquel momento y se limitó a soltar la que se le ocurriera antes y que se  le antojara menos extraña o fuera de lugar.

La siguiente pregunta le parecía de más. ¿Por qué estaría allí si no lo fuese? Aun así, asintió para corroborárselo: la persona que está en el puesto de bibliotecario es, efectivamente, el bibliotecario. O así suele ser.
Comenzaba a pensar que la actitud ajena se debía a un curioso nerviosismo inexplicable. De todos modos no se lo iría reclamando como un crío maleducado, así que tampoco era algo que tuviese mucho en cuenta.

- ¿Por qué? ¿Ocurre algo? - Insistió. Cada vez estaba más seguro de que necesitaba alguna cosa, fuera la que fuese.

Reim parecía haberse desconectado de de la realidad en cuantos sus dedos largos y delgados tocaron el áspero papel.
Su expresióm facial que delataba su nerviosismo se volvió más tranquila en cuanto leía y ordenaba lo que había encima.

Para Bush era en parte contradictorio el trabajo. Por un lado amaba demasiado lo que hacia, osea, cuando servía a los Holden era su deber encargarse de todo pero a vecea eso mismo hacia que su limite explotase y se estresara.
Y estaba agradecido de que éste no era el caso.

A la llamada de atención,la primera, lo observó a la cara por unos segundos. Las mejillas del castaño se encendieron un poco. -....Pues.... Soy el ayudante- Explicó sontiendo de forma leve clavando los ojos en los papeles que ordenaba; sus movomientos no volvieron a entorpecerse. -...Por lo visto ningún turno me ha calzado con el de usted mister Vincent...- A ese entonces si que sabía el nombre del rubio. Claro. Era lo basico que debería de saber de su jefe. ¿No?.
Tampoco queria parecer una especie de acosador o algo -..Ah!... Soy Reim Bush..es un gusto - daba una reverencia con bastante energia demostrando tener una buena disposición en el asunto. Lo bueno de Reim era que siempre estaba con el animo para hacer los trabajos. Era alguien productivo y eficiente. Ademas de estar inquieto si solo calentaba silla. Sentía siempre que debia de trabajar. Sea como sea.

No cada día aparecía alguien que se pusiera a ayudar sin razón aparente, queriendo entablar una conversación con él porque sí, por lo que no sabía muy bien qué hacer. Aun así se mantenía bastante tranquilo, al menos exteriormente, sin resultarle una gran molestia que trabajaran para él.
Y más teniendo en cuenta lo que dijo aquel chico en referencia a su empleo.

- ¿Ayudante? Oh, ya veo. - Empleó un tono suave ya que estaban en una biblioteca y, como es bien sabido, en un lugar como ése no se debe alzar la voz.

Según sabía, había sólo un bibliotecario, que podía deducir fácilmente que era él mismo únicamente, y algunos ayudantes a los cuales desconocía, claro está, excepto a aquel chico.
Le resultaba un hecho curioso el de que supiera su nombre, aunque deducía la razón, pues al ser el único bibliotecario podía relacionar directamente el cargo con el nombre. Seguramente no conociera su apariencia, mas al saber su trabajo tenía por seguro de quién se trataba. Algo así, a su vez, como si le hubiera estado siguiendo durante mucho, mucho tiempo. Pensándolo así denotaba cierta desconfianza, ciertamente. Escalofriante.

Asintió levemente mientras, como siempre, sonreía con aparente inocencia y dulzura. Sin pensárselo dos veces, después de que se presentara se puso de pie y le devolvió la reverencia, eso sí, de un modo bastante más calmado que el contrario y algo distinto, tomando ambos lados de la túnica mientras inclinaba medio cuerpo hacia delante haciéndolo así de un modo un tanto femenino.

- Vincent Nightray. - Se presentó en voz baja mientras hacía aquel gesto y, al terminar, se sentó nuevamente, pareciendo que quisiera ocultar lo que acababa de ocurrir. - Aunque deduzco que tanto mi nombre como mi apellido le resultan familiares. - Añadió en el mismo tono, tratándolo de usted en correspondencia.

Una vez que tuvo los papeles en orden, los alíneo un poco más contra la mesa, de aquella forma en que los sujetaba y los cuadraba con la superficie. Asegurándose de que estaba todo bien y despejado, los dejó a un lado del mesón, volviendo sus movimientos manuales más tranquilos.
La experiencia de los años anteriores lo hacía bastante habilidoso en cuestión de ordenar papeles, rompiendo sus record cada vez que se esmeraba en terminar bien y rápido el trabajo..

- ¡Así es! - Exclamó Reim con cierta energía en su habla, aunque procuraba mantener el volumen bajo puesto que era conciente de que en ése lugar era necesario mentener silencio. No de una forma tan extricta, pero no se pondría a gritar como niño.


Repitió el nombre para sus adentros, aunque si bien ya conocía dicho nombre, puesto que no era difícil de ver si es que se trataba de un escritorio para el que era el encargado de tan magnífico lugar. Su mentón asintiría con una suave sonrisa - Conozco a su hermano - explicó, observándo con mayor detalle a su jefe.

Si se buscaba con cuidado, tenían semejanzas faciales, los mismos perfiles, la nariz respingada, y hasta la tonalidad del ojo izquierdo era identica a la del pelo negro. Aunque eso no indicaba demasiado, pero sabíendo que eran hermanos, podría excusarse ante las similitudes físicas que mantenían - También he oído algunas cosas de usted, pocas - mencionó después con algo de apeno.
No todas eran precisamente buenas, aunque había de todo un poco. Era incapaz de juzgarlo sin conocerlo. Por ende no se dejaría llevar por las malas lenguas (o quien sabe, también las buenas) y daría todo el tiempo que fuese necesario para conocer al rubio.
Después de todo igual le encantaba conocer a las nuevas personas y así expandirse un poquito más. -Pero no hay nada mejor que conocerle en persona, joven Vincent- Aclaró después sonriendo con amplitud. Esperando alguna. . . ¿orden? o algo similar, puesto que andaba a conciencia de que se encontraba en horas laborales

Observó con atención los gestos del trabajador. Se veía a treguas que tenía una práctica increíble y, además, parecía que era por gusto más que por obligación. Daba la impresión de que entretenerse en organizar folios era para él un pasatiempo como cualquier otro. Aquello debería alegrar al bibliotecario, pues si realmente ése era el caso significaría que sería más productivo al no resultarle tan pesado como lo haría si fuese un empleo que hacer por cumplir, y no como si se tratase de un simple juego.
Incluso parecía orgulloso de su empleo. No muchos podían decir lo mismo. Aquella exclamación retenida le había parecido un acto algo infantil pero a la vez tierno, como un niño que alardea de un nuevo juguete el día de su cumpleaños.

- ¿A Gilbert? - Cuestionó en un tono que daba a pensar que tenía más, pese a no ser así. - ¿Se lleva bien con él? - Por una parte prefería una respuesta afirmativa, pero por otra le resultaría más agradable una negativa. Ni él sabía lo que deseaba oír.

Una amplia sonrisa se apoderó de sus labios en cuanto oyó el siguiente comentario, la cual parecía imitar acertadamente al famoso Gato de Cheshire. No imaginaba que pudieran haberle dicho algo malo, pues se había preocupado de fingir desde que había llegado, a excepción de un par de veces que dudaba que fuesen a ser tomadas en cuenta por un completo desconocido y, además, trabajador a su servicio. Los que habían sido tratados mal por él seguramente siguiesen en la cúpula o directamente estuvieran muertos, pues no los había visto desde entonces. Ni lo sabía. De algunos se había encargado él mismo, pero eso prefería mantenerlo en secreto para no manchar su reputación en la cúpula, una renovada y, por lo tanto, impoluta.

- Pues ya sabe más de mí que yo de usted. - Susurró, consciente de que en la biblioteca estaba prohibido alzar la voz. - Eso es cierto. Nunca es lo mismo conocer a alguien por las habladurías ajenas que verlo cara a cara, de forma directa. La gente tiene la manía de remarcar sólo la parte mala de los demás. Ya sabe... Se ve la mota de polvo en el ojo ajeno pero jamás la viga en el propio. - Miró hacia los lados. - ¿Ha ordenado todos los libros, o todavía le queda trabajo por hacer? - No quería parecer un jefe duro, pero al fin y al cabo tenía que hacer que sus ayudantes hicieran el trabajo que se suponía que debían cumplir por sí mismos prácticamente cada día.