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Mensaje por Alistear Miér Nov 06, 2013 7:40 pm

La Saga del Mal || FanFic ~

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Bueno. Como dice el título~ hace ya a principios de años más menos había comenzado a escribir un FanFic nada más por ocio. Basándome en la saga de Vocaloid - Claramente, seguí las canciones más populares, dado que algunas no son originales del mismo creador de Daughter of Evil- Con los personajes del foro.
Es un pequeño elenco, más que nada, la historia está algo cambiada, más, el tema sigue siendo casi lo mismo
Cabe destacar, de antemano, que todo lo redactado no es Oficial. Es decir, es mera imaginación las parejas formuladas, y hasta el cambio de las personalidades de algunos pjs
But. el SteGil es Cannon(??)


La Saga del Mal.

Primera Parte

Era aquella tarde de Invierno; el tenue sol poco a poco mostraba señales de marchitarse, y cambiar sus cálidos rayos por la concha de nácar a cual llamamos Luna. Los habitantes del reino de azul seguían como todos los días, en el centro de la ciudad los comerciantes ofreciendo aquellas ricos frutos de la temporada, los cuales estaban a un valor algo elevado, pero al alcancé de la mayoría del pueblo; los críos jugaban alrededor de la fuente principal, lanzándose agua, jugando a las escondidillas, un panorama completamente enternecedor, que a cualquiera gustaría vivir. No obstante, un horrible estruendo se pudo oír de las puertas del gran palacio, un chillido de un hombre, quién por motivo de un buen latigazo echo por uno de los guardianes de este, lo llevaban a rastras al escenario de ejecución. Aquel país, políticamente estaba rígido, a principios por la Tiranía, no obstante, al pasar el tiempo decayó , el ‘Tirano’ , más bien ‘Tirana’ , se había olvidado del pueblo, decayendo a una extraña Monarquía, como en la Antigua Grecia, que los patriotas gobernaban a costas del pueblo, enriqueciéndose de estos; quién reinaba, era una joven, bella y radiante dama, de ojos profundamente azules como el agua, una cabellera larga negra, como la noche, y una fina piel de porcelana, todos los días vestía de las mas finas sedas, traídas del lejano Oriente para únicamente ella, acompañada por su fiel sirviente, un hombre albino de semblante leal a su reina.
Muchos otros reyes anhelaban la mano de la joven dama, quién tenía un nombre encantador, Elissa; más, estos hombres al pasar tiempo con la joven dama, terminaron por marcharse del Reino de Azul, los caprichos de la infante habían sacado de las casillas a muchos de sus pretendientes, obligándose a marcharse lo más pronto posible de las espinas de la joven reina. Cabe destacar, que nuestra Reina no poseía gran edad, era una flor en crecimiento, que a medida de sus caprichos comenzó a marchitarse, 18 años, no los superaba, ni tampoco los aparentaba, su apariencia era joven, y su personalidad demostraba ser caprichosa, consentida y vanidosa.

Daban las 5:50 de la tarde; y los ciudadanos se amontonaban en torno al escenario de ejecución, en este, en aquella estructura, la guillotina, tan popular en esos años; estaba atrapado un joven trabajador del reino, era uno de los Maestros del Gremio de los Herreros, quién ofrecía sus servicios tanto a los comerciantes y compradores, como al reino que había visto como crecía; A su lado, un verdugo con aire de borracho, un fuerte olor a licor desprendían sus ropas, y un desaseado vestuario que rogaba por un lavado, que, sostenía el cordel de la guillotina. Nuestra Reina, estaba en la torre del castillo, observando todo desde arriba, con su leal sirviente a su lado, con una bandeja que poseía en esta un pastel de fresas y una pequeña y azucarada taza de té. El escenario, quedaba junto al castillo, por lo que Elissa tenía vista panorámica de la situación. El Verdugo esperaba la señal de la Reina, para degollar a la víctima de ese momento, está, se acercó al barandal del balcón, río con gracia y, apunto de decir ‘Córtenle la Cabeza’, una desgarrante voz interrumpió.


-No! , Le imploro Piedad!-

Una mujer de cabelleras oscuras, tez pálida, se subió al escenario, abrazando la estructura de madera en la que se encontraba su marido, miró a la reina, de rodillas, desbordando en lágrimas

-Juró pagar lo que debe! , Pero no le quite la vida!-  Reiteraba la chica.La Reina miró a su sirviente con capricho, soberbia, no esperaba aprobación alguna, claro, un sirviente obedece, no manda, solo era por costumbres de la menor.
-Guardias, sáquenla- Alzó la voz, mostrando enfado por la interrupción.
Los guardias en un par de segundos arrastraron a la mujer fuera del escenario, esta, a empujones y alaridos trataba de escapar, a proteger a su marido, más la fuerza de los hombres impidió su acto heroico, el Reloj ya daba las 5:55, la reina, sonrío, y, fríamente, por fin, dijo

-Cortadle La Cabeza!-. . . La guillotina cayó, y un último grito de la mujer resonó en el pueblo, herida. Hubo un gran silencio, para luego, escuchar las campanadas de la iglesia próxima, anunciando que daban las 6 de la tarde.
-Oh… Hora de la Merienda!- Dijo la reina, entrando a su cuarto y tras de esta su sirviente.
La habitación estaba cuidadosamente adornada, con los mas exquisitos tapices traídos de Arabia; adornado con los pintorescos cuadros Renacentistas, y con los mas finos muebles de calidad que se podían encontrar,.. Se dirigió a la mesa de centro, sentándose con cuidado de no arruinar su vestido preferido, tomando la taza de té y el pastel. . .
Ni ella ni su sirviente entablaron una conversación, este, sin más se fue de la habitación

-Buen provecho, mi Reina- Dijo antes de cerrar la puerta.

Mientras tantos, aquella mujer quién había enviudado de un sis sas, yacía en su casa, tendida en la cama desconsolada, maldecía a la reina, al verdugo, a dios, a su inutilidad, a ella misma…Temblaba, de impotencia, de rencor contra a su vil gobernante, quién había quitado vidas solo por no pagar los elevados impuestos que ella imponía siempre, si no se le pegaba, rodaban cabezas. Se levantó de su cama, con la pintura corrida por todo su rostro pálido de tanto llorar, los ojos con una suave hinchazón, y los brazos con marcas rojas producto del forcejeo con los guardias del palacio; se miró al espejo, con un rostro serio, sediento de venganza


-Juró… que… vengaré tu muerte, esposo mío; no será en vano… ya verá… -  Musitó con decisión y firmeza; para su suerte, parte de su venganza sería el plato que disfrutaría todo el Reino de Azul.
Poca sea su suerte, que nuestra querida Reina, pronto afrontaría una gran revolución del pueblo, llegando a su muerte de la misma manera en que esta lo hacía. . .

Aquel continente era grande, por lógica, el Reino de Azul no era el único existente, al contrario, existían diversos reinos, los cuales no tendrían rose alguno con el Reino de Azul, estaban en paz, o al menos, eso aparentaba ser.
Junto al  Reino de Elissa, se encontraba uno mas venidero, prometedor, más armonioso, era el Reino de Blanco; este tenía ricos frutos, un clima agradable y una buena estabilidad económica, rígido por la Monarquía, de un príncipe justo y leal, comprensivo; se debe destacar, que este tenía 25 o 26 años de edad, ya estaba en sus tiempos de contraer matrimonio, si no, perdía su legado, absorbiéndolo algún tío o primo de este.
Su apariencia era de facciones algo afeminadas, pero con un cuerpo bien trabajado, sus ojos de un llamativo color dorado, y sus cabelleras con tenues rizos negros que caían con gracia en su rostro sin llegar a ocultarlos por completo. Se podría decir que este estaba en Paz con el Reino de Amarillo, no conocía a la reina Elissa, solo la había escuchado por nombre.
Muchos de sus embajadores, y los sabios le aconsejaban contraer matrimonio  con la joven doncella pelinegra, diciendo que traería grandes riquezas al Reino, y una amplitud territorial considerable; pero, este no era ambicioso, al contrario, no quería pedir la mano de la gobernante del país vecino solo por interés, quería sentir aquella sensación del amor, ese sentimiento que a muchos deja atontado, con mariposas en el estomago y con una gran angustia por si algo le pasase a aquella persona especial, en pocas palabras, quería sentir Amor por alguien. Para su suerte, desde el otro lado del mar, en otro continente, un joven gobernante venía a hacer tratados con el Reino de Blanco, para tener unas buenas conexiones comerciales, y claro, conocer.
Trataba de una jovencita, que poseía unas cuantas primaveras menos que él, de tez pálida, de un pelo medianamente largo, tomado con un simpático moño, unos par de ojos llamativos, el derecho, oculto por un parche, nadie sabía el motivo del por qué, solo se sabía que desde mucho antes de que tuviese su puesto de gobernante ya estaba con aquel trozo de cuero tapando esa cuenca. Aquello no afectó aquella mirada intrigante del joven príncipe de ojos Dorados, quién se hacía llamar por Gilbert, y, la joven Princesa del Mar, como le decían los aldeanos, Dokuro. . .
Ya daban las 9 de la noche ; Elissa yacía en su cuarto , mientras que su sirviente permanecía en  el despacho en donde se hacían las reuniones con los embajadores, consejeros reales, y todos los que pertenecían para ayudar a la reina, examinando uno de los sobres que habían llegado, cartas, para ser exactos. Una de ellas, iba dirigida a él, de un amigo del reino vecino, el Reino de Blanco. Lógicamente, la abrió sin titubear, después de todo, la carta decía su nombre, y aunque Elissa le preguntase que fuese, no tendría problemas algunos en decirle. Se sentó, en el sofá que daba a un escritorio, se dispuso a ponerse unos lentes, sin antes limpiarlos delicadamente con un pañuelo de seda , y se lo puso sobre sus nariz, rasgando el sobre de la carta, sacando aquel papel medio amarillento escrito con tinta negra y algunos manchones.


“Estimado Alistear.
Antes que nada, mis sinceras disculpas por no haberte respondido las cartas anteriores, últimamente he tenido demasiados trabajos y fiestas en el Reino , sin dejarme tiempo para responderte tus cartas. [….] Debo decirte algo muy interesante, que seguro le vendrá bien a la Reina Elissa, ya que vos sois el hombre de confianza de la bella dama.
Se rumorea por el castillo de que el Príncipe de este Reino, Gilbert busca desposar a una princesa o reina, es obligado ya que podría perder el cargo y traspasarse a alguno de sus tíos o primos.
Te aconsejo que se lo cuentes a la Reina, seguramente le interesará, después de todo es un hombre apuesto y no le sentaría mal [….]
Por cierto, he mandado junto a la carta una pintura de este
[…]Mis buenas vibras y cariños, se despide
           ” Lawrence  Banneret''

Al terminar de leer la carta, mandada para él , dudó un poco en decirle aquella propuesta a la doncella, después de todo; debía de admitir que sentía celos que otro hombre entrase y durmiese con ella al palacio. Años de su servidumbre, de dormir juntos, había creado un gran lazo de amistad, de hermandad entre los dos, aunque Elissa no le hiciese demasiado, o le prestara atención, para ella él también era importante, lo trataba como su propio hermano… Buscó entre los paquetes el retrato del tal llamado príncipe vecino , lo tomo entre sus manos, y lo abrió con delicadeza.
Se quedó unos momentos contemplando aquel retrato, algo en este le había llamado el atención.. o .. ¿Era alguien?. . . No tubo más remedio que dejarlo en el escritorio de su hermana, y dirigirse a la cama, mañana, sería un largo día.
En ese mismo instante, se encontraba en el vestíbulo del palacio el Príncipe, y, sentado frente a este, la Reina del Mar, ambos entablaban una cálida charla , entre risas, y anécdotas se llevaban, contando como eran los paisajes, todo; había química , una pequeña chispa de ardor que daba pasos a entablar algún tipo de roce, relación amorosa entre ellos. . .


-Cómo es el mundo más allá del mar?- Preguntaba el pelinegro, interesado en aquella novedosa muchacha
-No es nada fuera de lo común, a diferencia que nuestros paisajes son más vírgenes que estos- Respondía con algo de timidez la joven Dokuro , tratando de evitar mirar a aquellos ojos del joven
- Deben de ser preciosos, al igual que usted, señorita Dokuro- Murmuró lo último en ton de halagar a la joven; algo había despertado en él, pero no era seguro si es que era atracción, simpatía, amistad, amor, era un camino que de pasito a pasito iba agarrando terreno.
La joven escucho el halago, el piropo, y sus mejillas pálidas se tornaron de un rojo vivo, carmesí, mirando sus piernas con vergüenza, atinó a reír levemente, sin responderle.


-E-eh dicho algo mal?, dispénseme, no qu- Fue interrumpido por la llegada de un hombre de edad, sirviente de la Reina del Mar
-Es hora de volverá la embarcación, la requieren ahí- Dijo, interrumpiendo el momento.


No se pudo despedir si quiera del príncipe, pero, algo estaba en su seguridad, le había gustado. Era, algo como a primera vista, pero sentía que se llevaría una buena relación con él; el simple echo de hacerla reír, hacía que la joven se sintiese feliz de haber podido viajar desde su reino a otro, atravesando por días y días el oscuro, pero hermoso mar.
A las 12 de la noche, la Reina de Azul, el Príncipe de Blanco, la Reina del Mar, el Sirviente y la Ciudadana del Reino de Azul, descansaban profundamente en sus dormitorios. Ninguno de estos se esperaba los variados desniveles que sufrirían en un futuro no muy lejano; no sabrían quién sería vilmente traicionado, quién sobreviviría y los cambios de orden que habrán en sus historias, que finalmente estaban entrelazadas junto a la tragedia.
A la mañana siguiente; tres campanadas provenientes de la alcoba de la pelinegra de ojos azulados decía que era hora de que llevasen el desayuno a la cama, habitualmente esperaba una taza de té ligeramente azucarada, junto a este un pan recién salido del horno cubierto de mermelada de moras, y junto a este un pequeño bollo relleno de crema de vainilla pastelera, bañado en azúcar flor; junto al agradable desayuno las cartas que esta recibía de pretendientes, amigas, y agradecimientos por equíz motivos.
A así fue, el albino entró a la cálida habitación de la reina, la cual, estaba con las cortinas cerradas, aun sin poder ver los fructuosos rayos de sol invernales; al entrar, dejó la bandeja sobre la mesita de noche que estaba al lado de la cama de la joven, y, se aproximó a las cortinas color índigo, corriéndolas a los costados para que los  rayos del sol mañanero entrasen a la habitación.



-Buenos días, mi reina- Saludaba cortésmente, acercándose a la cama, sentándose en su regazo.
Está, aun mostrando señales de sueño, bostezo, cubriéndose la boca con la mano zurda parpadeando repetidas veces, regalándole una alegre sonrisa

-Buenos días Stear. ¿Trajiste mi desayuno?- Preguntó medio adormilada, recogiéndose los cabellos con un broche de plata, en forma de flor con dos pequeñas gemas en su pistilo
-Así es. . . se antoja algo más?- A la par que ponía aquella pequeña bandeja en el regazo de Elissa, esperando respuesta para ver si se marchaba a ser sus labores comunes o si se quedaba para cumplir algún capricho.
-No ha llegado alguna carta importante, o algo?-  Devolvía con una pregunta, mirando las cartas que estaban junto a la taza de té, desechándolas a medida que las abría y les daba una leída rápida; tenía cara de disgusto, aquella infante esperaba alguna carta de un nuevo pretendiente, de alguien que lograra darle en sus gustos justamente como esta lo deseaba, pero no había nada en lo absoluto que llamase su atención. El sirviente soltó un suspiro, meditando unos segundos

-A llegado algo, de parte de un noble del Reino de Blanco, una carta y un retrato- Explicó, levantándose de la cama, dispuesto a marcharse de la habitación.
-Y haz leído Mi Carta?!-  Exclamó cogiendo el borde de la manta con las manos, frunciendo el ceño mirando al albino con enfado
-Para nada, no lo tengo permitido- Se detuvo en el marco de la puerta –Es parte de un amigo mío, primero desayune bien y podrá leer la carta y ver el ‘regalo- Agregó marchándose de la habitación con algo de preocupación.


La caprichosa reina infló las mejillas, de mala gana; se levantó con cuidado de no tirar la bandeja, rápidamente agarró el bollo y le dio una mordida, dando simplemente un sorbo de té. Salió de su habitación en pijamas, tanta era su curiosidad por saber el qué , la había intrigado, y exigía tener respuestas rápidas, descalza, de puntas, se detuvo frente a la puerta de su despacho; por lógica de ella, si habían llegado cartas, paquetes y de más, todo iba al despacho, ¿Por qué no estaría ahí lo que ella buscaba?. . .  abrió la puerta de golpe ,y corriendo al escritorio comenzó a tirar cartas y cartas amontonadas en este , hasta encontrar que en el fondo del montón, se encontraba una fina capa de vidrio, y en este, unas tonalidades verde oscuras se podían ver.
Sin pensarlo dos veces, tiró las cartas al suelo, luego ordenaría a algún sirviente que las pusiera en la chimenea, o las dejara en el sótano junto a las demás, después de todo, ella era la autoridad en esos momentos.
Al descubrir que se trataba de un retrato, lo tomo de los bordes, y lo levanto; grande fue su sorpresa cuando le dio el vistazo, chilló, mordiéndose los labios.
Aquel chillido había llegado hasta el comedor, en donde se encontraba el albino, que en un abrir y cerrar de ojos subía las escaleras en busca de Elissa, creyendo que algo malo le había sucedido.Primero entró a la habitación de la chica, viendo las mantas apelotonadas a un lado y sobre estas la bandeja con prácticamente todo el desayuno en esta.La buscó puerta por puerta, hasta que llego alarmado al despacho, corriendo a ella con gran cansancio



-Se encuentra bien?!- Preguntó con exalto, tocando suavemente el hombro derecho de la chica.
Se volteó, con una sonrisa dibujada en el rostro, y un tenue sonrojo en ambas pálidas mejillas, sin soltar el cuadro

-Quién es este hombre?- Preguntó con una voz fina , curiosa. . . el Albino suspiró del alivio, y carraspeo para responderle
-Es el Príncipe del Reino de Blanco. . . llámese Gilbert – Le explicó, mirando curioso a la menor
- Y . . . por qué esta el cuadro acá?- Se le acerco , dudando un poco de su sirviente, frunciendo el ceño en son de exigirle una justa respuesta
- Mi amigo me ha mandado una carta, explicando que busca desposar a una reina o princesa, con ello, se molestó en mandar un cuadro. . . ¿Quiere que lo tire?- Dio por echo que lo desecharía, como los demás.

La reacción de la pelinegra fue negativa, abrazó el cuadro, y corrió hasta el otro lado del escritorio, mirando fijamente al ojo a su sirviente

-No! Claro que No!. Se queda. . . – Chillaba con exalto, mirando los dorados ojos del retrato del gobernante del reino vecino
–Lo quiero conocer! Será Mío!, Será mi Rey!- Agregó con infantilidad.

El Albino gesto una mueca de desagrado, ocultándola dándose media vuelta, tratando de mantener la calma, por un lado, suponía que la reacción de ella sería así, y por el otro, sabía que tuvo que haber tirado el cuadro desde el momento en que lo tomó en sus manos, pero algo había evitado que lo tirara


-Necesitará de ayuda?- Atinó a decir, casi sin voz.
-Tengo que pensarlo. . . retírate, déjame sola-Sentenció, dejando el cuadro sobre el escritorio.
No le quedo otra que irse de la habitación, con la lengua ardiendo por la situación.
Elissa se asomó suavemente por la puerta, y la cerro, quedando solo ella en la habitación, nuevamente, se acercó el cuadro, y deposito un beso en este.

-Serás mío. . .- Murmuraba. Sí, era amor a primera vista; no le importaba sus riquezas, ni como fuese, si fuese introvertido, caprichoso, arrogante, no le importaba, aquellas facciones y expresión facial había despertado una faceta de la chica, que anelahaba estar al lado de aquel hombre, sin aun haberlo conocido..

En ese instante, en el Reino de Blanco, el Príncipe se encontraba en la puerta de su palacio, esperando de la llegada de la carroza en la que había mandado a recoger a la chica que había cautivado provisoriamente su mirada. Esperaba paciente, con una de sus mejores teñidas, esperando a que llegase para darla a llevar a dar un paseo por la ciudad, llevarla a comer, y platicar por largas horas, y si fuese posible, que le considera una pieza de baile. Tenía la mejor expectativa para aquello , buenas vibras de que le iría bien.
Sintió un ajetreo a las afueras de la reja de su palacio, dudó en acercarse, pero, casi corriendo se acercó a este, ordenando que abrieran las puertas para salir, y tras de él, sus guardias. Caminando con un bonito vestido lila estaba la joven Dokuro, mirando al frente con una suave pero notoria sonrisa esbozada, a su lado sus sirvientes y una escolta del Reino de Blanco que la acompañaba; los ciudadanos, masculinos, se ponían en su camino, regalándole algún ramo de flores rojas, blancas, chocolates, demostrándole interés, ella, los veía con cierto rostro de apeno, sonrojada quedaba muda sin poder decir ni siquiera un ‘gracias’, y, claramente, no faltaban las mujeres celosas de su belleza que se encontraban unos cuantos metros del tumulto, cuchicheando y mirando feo a la ‘allegada’.


-Me alegra que haya podido venir, Reina Dokuro. . . – Le saludo, tomando una de las manos a la joven y besando esta misma, saludándola con una amplia sonrisa
-No es. . . –Tomó aire, desviando la mirada para poder responderle.–No es necesario tanta formalidad , estimado Gilbert. . .Puede decirme Dokuro, omitiendo el Reina- Pidió con cortesía, parpadeando con lentitud.
-Como así lo desee, señorita Dokuro- Se puso en su postura recta, para luego ponerse en el camino de la señorita, que disponía a caminar adentro del palacio
-Sucede algo?- Musitó la joven con algo de timidez, al quedar a unos centímetros del pecho del mayor.
-Es una bonita mañana para estar encerrados; gusta de pasear?- Propuso, extendiendo la mano , esperando a que la tomase.

La peliazul titubeo unos segundos, para luego tomar la gran mano del pelinegro, regalándole una cálida y tímida sonrisa, asintiendo con el rostro.
El joven llevó a la chica a dar una vuelta por el Reino, le mostró casi todos los puestos, a sus conocidos, le compró una bolsa de los mejores dulces que poseía el reino, y hasta un sombrero que combinara con su vestido para que se protegiese del sol,  a pesar de que era invierno podía notar que tanto rayo molestaban los ojos de la chica, quiero decir, a su ojo, ya que uno de ellos permanecía oculto con el parche.
Cada minuto que pasaba, la joven Reina proveniente del otro lado del mar lo disfrutaba, esa directa, algo fría pero cautivadora mirada del Príncipe hacía que un arder en su pecho surgiese, y que las veces que sentía ese suave roce de ambas manos se sonrojase, teniendo que tratar de volver a su color pálido por  no dejar ver que el pelinegro viese sus mejillas ruborizadas. Terminaron su recorrido en uno de los restaurantes de comida fina de la ciudad, el mejor de todos, en el cual, el jefe de cocina, que, además, era el dueño del local, era aquel amigo del albino del reino vecino; sí, ese era Lawrence, quién había dado aviso a su querido amigo de que el príncipe estaba libre.

No obstante; ese suave aire de química entre Dokuro, y Gilbert, hizo ver a Lawrence, que tenían ‘algo más’ que amistad, si no más bien, el los tomo ya como novios , como pareja, que ya el príncipe del Reino de Blanco estaba a punto de desposar a la allegada.
La velada de ambos terminó esplendida; daban las 8 de la noche, hora de ya comenzar a entrar a casa, ya que el frío abundaba en esas tierras no era recomendable andarse de tarde por las calles, sobre todo si era Invierno. A la despedida, por cliché que suene, el joven príncipe, sin importar la reacción de la joven, antes de que esta se fuese a su embarcación, la tomo gentilmente del brazo, la volteo, y, tomando con la mano diestra el suave mentón de la menor, planto un suave, superficial beso en los carnudos y finos labios de la joven.La reacción de la chica fue predecible, contuvo el aire, con sorpresa, con ambas mejillas enrojecidas, y abrió el ojo con tanta sugestión que le dio la espalda, tapándose el rostro con una de sus manos.



-Si me disculpa, caballero.. . yo . . . yo  debo volver- Musitó, tomando la mano del hombre de edad, su sirviente, quién la acompañaba, subiendo la carroza
-Hasta mañana, señorita Dokuro- Se despidió , mirándola por la ventana con un suave rubor en sus mejillas. Al ver que la carroza se fue, se adentro nuevamente al restaurante, y, alzando la voz, le dijo a los comensales
-Yo os invito los tragos y la comida damas , caballeros!-

Todos festejaron con sorpresa; nunca lo habían visto tan feliz, y claramente con lo curiosos que son los aldeanos, vieron aquel pequeño pero significativo beso entre su gobernante y la reina que venía de visita. El cocinero, al escuchar la nueva noticia; sin pensarlo dos veces, en su hora de descanso escribió una carta, dirigido a Alistear, su amigo del reino vecino, diciendo que ya no era prudente que Elissa conociese a Gilbert, que al parecer ya había encontrado esposa.
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Mensaje por Reim Bush Miér Nov 13, 2013 2:21 pm

Re: La Saga del Mal || FanFic ~

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Hace mucho tiempo que no leía uno de tus Fic's *-*. Me gusta como a quedado ( ¿Por qué siempre yaoi?! exijo yuri u.u ) Y bueno ·w· espero la segunda parte . Sigue así?
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Mensaje por Elissa Zaitseva DiVongola Miér Nov 13, 2013 3:04 pm

Re: La Saga del Mal || FanFic ~

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Evil queen(?): ¿Yaoi? ¿Dónde? Cortádles la cabeza a quienes no lo hagan! (???)

Me ha encantado, Stearrrr! Aunque ya lo había leído, volví a leerlo a ver si habías cambiado un punto o una coma! Amo como me haces ver malvada n.n
Elissa Zaitseva DiVongola
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Re: La Saga del Mal || FanFic ~

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