¿Se encontrará Mona Lisa? - [Priv. Reim Bush]

Ah. Cómo olvidar aquellos días en que la italiana golpeaba sus tacones contra las ceras dela Gran España, en compañía de aquella mujer que con una sola sonrisa, parecía alumbrar todo un estadio. Cómo olvidar aquellos cafés, aquellas risas, las miradas masculinas ante unas largas piernas, la diversidad de ropa de las estanterías de las tiendas.
Lovina recordaba cada detalle de las calles de España, o bien, de Italia, en las que su niñez pudo tener la libertad de recorrer. No era un alma libre, sin embargo, no podemos comparar su situación actual, con la de antaño.

Cada quince días se tenía permitido salir. Bah. Qué fastidio era.
La italiana quiso salir a despejar su mente de aquellas paredes, de la academia…¿No ya estaba muy grande para éstas cosas ya?. A suertes, si estuviese en la tierra tal vez estaría trabajando, en la universidad, o tal vez vagando en la casa de la española…o la de su hermana. Pero aquí, aún estaba siendo limitada por las reglas de ser una estudiante. Le molestaba, pero estaba resignada a su modo de vida. No sacaba demasiado protestando, cualquier cosa era mejor que estar en los vestigios de lo que podríamos llamar tierra.

Con anticipación, la castaña se coló en sus recesos en la biblioteca, sitio extrañamente acostumbrado para alguien que aborrece el estudio, pero su amor por la lectura era incapaz de borrarse por completo; ahí mismo, entablando sus típicas charlas con uno de los ayudantes, Reim, aprovechó las circunstancias. Especuló sus ganas de salir a ventilarse, y entre la compartida de ideas, terminaron quedando que, en cuanto se cumpliese el plazo, la alumna y el ayudante saldrían a la ciudadela, a recrearse un rato.
¿Alguna tensión, estamos refiriéndonos a romance? Claro que no.
Lovina tenía un gran aprecio por Reim Bush, recordaba bien la primera vez que entró al santuario de libros, y fue recibida con timidez por aquel hombre, que al final de cuentas terminó siendo lo más cercano a ser un amigo para ella…un gran amigo. Evidentemente, tales eran sus confianzas, que aunque Vargas lo desease, era imposible mantener una relación con el británico, por cuestión de que tanto el, como ella, tenían sus corazones encaprichados ya a otra alma.
No nombremos a ese perro, podría haber aprovechado unos días en la ciudadela con él. Pero bueno, él ya no es el punto.

El caso fue que la joven alumna de lluvia, vestida con un vestido a ligero vuelo, beige, y una cinta a la cintura, se encontraba esperando a las afueras del Museo, sujetando una pequeña cartera negra, que hacia juego perfecto con su indumentaria – Dios… hace tiempo no llevaba ésta pinta – susurraba con las mejillas coloradas, viendo su reflejo en uno de los cristales de la entrada. Sin duda, estaba en sus ataques de nostalgia, pero no iba a dejar que esos pesados recuerdos le arruinaran la tarde, después de todo, estaba ansiosa por conocer qué clase de arte se exponía en el museo. Sólo le quedaba esperar a que el señor Bush llegase.

En sus bellos tiempos Reim había gozado muchas salidas y fiestas de una categoría elevada por no decir que además, vestía un sinnúmero de trajes elegantes acompañando ni más ni menos que a la señorita Beth y a su abuela o bien a su ex amo digamos.
Hoy Bush se dio el completo gusto de vestir medio formal sin parecer sobrecargado, pero de cierta forma que no desencajara tanto al lado de la señorita Vargas, que bien sabía vestía prendas inclusive de alta costura pero sin dejar de ser sencillas. Tampoco es que él quisiera llamar la atención, era lo menos que esperaba.

No acostumbraba a llegar tarde a las citas sin embargo un pequeño inconveniente lo había hecho demorar, mientas se vestía había derramado el desayuno sobre sus ropas y lo pero era que la mancha no salía. Desesperado no encontró más remedio que cambiarse la ropa, siendo unos pantalones de vestir de un color café, junto a una camisa verde pálida a rayas un poco más fuertes y un suéter sin mangas algo que no acostumbraba para una salida pero no podías pedir demasiado si se estaba en un sitio donde la moda al menos no era tan enloquecida como lo que antes fue a la tierra.
Llegó con siete minutos de retraso y así se lo aseguró su reloj de bolsillo. Cuando subía los peldaños del museo vislumbró aquella figura de señorita que esta vez lucía un vestido el cual no acostumbraba a ver, aunque del mismo color que bien hacía juego con la alumna – se…señorita Lovina! Mis disculpas por la tardanza, juro que nunca más se volverá a repetir – soltó casi sin aliento con las mejillas rojas por la carrera, arreglándose en paso los anteojos. Reim Bush nunca había sido apegado al deporte y de esa forma su cuerpo respondía a un pequeño pique, cuando pudo recuperar la compostura, sonriendo con suavidad, elogió a la italiana – se ve muy bonita, nunca la había visto con ese vestido, el encanto italiano lo sigue trayendo con usted sin duda – no buscaba coquetear, en lo absoluto. Aquella relación de amistad había perdurado por años, si bien encontraba a la señorita Vargas como una mujer hermosa, no la dejaba como su tipo ni de su agrado. Nada raro había entre la amistad entre un hombre y una mujer - ¿Gustaría pasar ahora al museo? –

*Atributos*	Nivel
❤ Vida Máxima
◘ Fuerza
⌂ Resistencia
♦ Destreza

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