Recuerdo del primer mensaje :

Aun me pregunto cómo es que accedí al hecho de tener un aprendiz en la clase, no uno normal, no un estudiante con su clase correspondiente, no un 'menor de edad', aunque bien había ya estudiantes algo grandesitos... no, se trataba de un profesor nuevo, vamos, un colega ya grandesito...
Bueno, a cierto modo no me preocupaba mucho recibir ayuda alguna en las clases, aunque en realidad pocas veces tocaba impartir materia... y, bueno, no era molesto tener cierta compañía en un salón lleno de niñatos, Seguramente Hans Wilde sabría cómo lidiar con los niños...

Me preguntaba con qué clase de persona me encontraría. Sabía ya que se trataba de un hombre, pero no había visto alguna fotografía para hacerme idea alguna, mucho menos podría haber tenido la oportunidad de hablarle telefónicamente para conocer su voz ni nada. Sabía únicamente, su nombre, en lo que trabajaba. Lo demás era todo un misterio del cual no dudaría en preguntar a su vez, no todas las preguntas de una, claro, no parecería un stalker a primera impresión...aunque, a veces pasaba eh.



El día de hoy no habían demasiados labores de los cuales poder hacer, fin de semana, cero clases. A veces algunos alumnos se dirigían al salón en busca de resolver algunas cuantas dudas; pero, bueno, este no fue el día a mis suertes. ¿Y qué hacía yo en semejante salón en el fin de semana? perfectamente podría estar dando algún paseo por el lago, por el bosque, divirtiendome con alguna de mis hijas, con algún hermano...paseando a los conejos, haciendo investigaciones, tomando el té.. Bueno, un sin fin de posibilidades. Pero no.
De todas formas estuve un rato por la mañana dentro del salón, luego a la hora del almuerzo volvía casa, y ahora, nuevamente en dirección a la Accademia para ir a encontrarme con el profesor Hans.
Caminaría por el pasillo, abriendo la puerta.- Buenas Tardes-

Esbozaría una suave sonrisa mezquina, al parecer este chqiuillo no era influenciable en ningún sentido, y era…sí, por qué no, listo. Reitero, tal vez no sea tan malo tener un ayudante en las clases, y uno así, pues, no sonaba precisamente ‘mal’ – Descuida, descuida – Agité un brazo mientras terminaba de comerme el caramelo, dejando el palillo guardado en uno de los tantos bolsillos, ,manteniendo la limpieza de mi propio salón.

Por lo segundo reí a carcajadas ¿Ofensa, cuando?, ni que tomara aquellas cosas de una forma tan personal, siquiera había sido una molestía – Siéntete libre de hablar cuanto quieras, rara vez algo me molesta, mientras no te pases, y no seas irrespetuoso. Pero, sugiero que dejes de tratarme como usted, Hans, después de todo, seremos.. ¿confidentes?. Puedes tutearme . – Tomé después todo con mayor libertad, quitando el usted del habla, tuteando al menor. Quedé esperando la respuesta del rubio con paciencia, si sabía tocar el piano y el violín ya tenía unos puntos guardados a favor. – Me parece una esplendida idea – Respondí en un tono tranquilo levantándome de la mesa, caminando en dirección hacia la salida, mirando de reojos al hibrido , moviendo las manos en señal de que se aproximara - ¿Te piensas quedar? – Dicho aquello abrí la puerta sin siquiera esperar al menor, caminando por los pasillos hasta encontrar el tal llamado salón de música, el cual no era demasiado utilizado, estaba… como si lo escondiesen, abrí la gran puerta, echando una mirada adentro. Era un salón amplio, más que los otros, estaba lleno de instrumentos, algunos guardados en sus debidos lugares, pero otros, como el piano del salón estaban sin siquiera algo que los protegiese, había apenas una fina capa de polvo. Me acerqué a este, pasando la mano sobre la tapa sin tocarlo, limpiando con un poco de aire, expulsando el polvo hacia afuera

Aún estaba algo desconcertado por quien estaba tratando, le era difícil asimilar que ese era su profesor, pero tampoco era tan malo como lo esperaba. Pensó que aquel sujeto extravagante tenía muchas cosas de lo cual poder enseñar, sentía que tendría una especie de buen mentor. ¨Prefiero mantener el trato cordial con usted, al menos hasta tener la seguridad de uno más apropiado. No me resulta demasiado cómodo tutear a un superior¨ Hans fue honesto al decirlo, prefería tomar un poco de tiempo antes de darse aquella libertad.

De un momento a otro se vio dejado atrás.
Stear se levantó de la mesa y se fue a la puerta, Hans por su lado lo observó inexpresivo, escuchando su mp3 desde el lugar situado, procesando lo sucedido.
No le fue molesto ser dejado atrás, pero sí apresuró un poco el paso por tal de no perderse, puesto que Wilde no sabía dónde quedaba el enunciado salón .
Omitió decirle un ‘ya voy’, sería inútil decirlo si ya había notado que le llevaba la delantera y no miraba para atrás o se detenía para hacerle de espera.

Una vez que entró al salón de música, sus orbes azules brillaron al ver aquella aula, llena de instrumentos, de ahí emanaba aquella fragancia a nuevo, y a polvo. Soltó un estornudo, su blanca nariz enrojeció producto del polvo, se tapó con la manga de su suéter, buscando el violín ¨No levante demasiado polvo, por favor¨ Pidió de antemano, sacando el instrumento de su estuchera

Hans buscaba con su mirada dónde se encontraban los estuches de los instrumentos cordófonos, no recordaba hace cuánto tiempo no lograba ver un armazón de  tantos instrumentos. Sentía que si encontraba las personas adecuada era capaz de armar una orquesta para la Academia, después de todo ya sabía algo de música y era capaz de enseñar al menos en los instrumentos que dominaba.
Cuando localizó el estuche sus manos acariciaron la tela, con una suave sonrisa dejando a la visual, como acostumbraba el joven Wilde, sus colmillos. “ ¿A qué se debe tan poco uso de los instrumentos?. ¿Existe el profesor de música acá?”. Se ocurrió preguntar mientras abría el estuche, dejando sus ojos deslumbrados al ver el maravilloso violín que estaba ahora en su poder.

Claro que era incapaz de compararse con el que él mismo poseía un Stradivarius. Claro que tuvo que esforzarse de formas inimaginables para conseguir tal pieza en su poder. Y realmente cuidaba su propio instrumento como si se tratase de un propio órgano. Si algo le pasaba, Hans Wilde perdería la cabeza.

Comenzó la primera tirada de las notas en el piano de salón. Hans volteo con curiosidad ante la sencilla habilidad. Si bien ‘Para Elissa’ era una de las piezas que todo el mundo aprendía, sin duda era un buen repertorio para comenzar. Como no tuvo la señal correcta, esperó a entrar en el segundo indicado. Se acercó al piano donde se localizaba Stear, tomó posición, sujetando con firmeza el violín, haciendo tiempo mientras lo afinaba de forma adecuada, probando con las notas sueltas ” Está demasiado desafinado” Susurraba encontrando el tono perfecto. Y en cuanto pudo se unió haciendo aquella especie de dueto junto al piano.

A cada nota percudida por la pieza de aparente mármol, una vez que resonaba en su respectiva caja y el sonido inundaba el gran salón, sentía un pequeño escalofrío recorrer la espalda. Ya había olvidado completamente como se sentía tocar un piano de salón, o en general, escuchar la música en el momento mucho más que grabada en un formato digital. Eran aquellos placeres de la vida que cualquiera disfrutaría. Iba un poco más lento del tiempo en que las partituras estaba escritas con tal de esperar a que el rubio se uniese, tras la pregunta giré levemente el rostro, en ello con una cómica danzada de cabellos ante aquel gesto. Oh, suenas tan afeminado cuando tú mismo te describes, ok, no. –Antes habían haber profesoras que impartían clases, de violín y piano, si mal no recuerdo. Pero como todos se van perdiendo de allá para acá, es normal que éste salón se la pase a vacías. – Expliqué alargando cada una de las notas, haciendo una propia versión de la pieza musical, o al menos hasta que se viese Hans listo para jugar con el arco del violín y así incrementar ambos sonidos tan majestuosos. – Es un total desperdicio que estos instrumentos no se toquen, siendo que son de una calidad bastante buena y no cualquiera. Hay que pensar de que seguramente todo esto fue rescatado de la guerra. Tal vez algún día llegue otro profesor que se esmere en enseñarle a los alumnos clases de música –

El rubecito no tardó en acercarse, de esa forma no tendría que ladear tanto el rostro para mantener la vista sobre el muchacho para hablarle, en paso pude observar el procedimiento del violín, haciendo una mueca de disgusto en cuanto las cuerdas percudieron un sonido más que nada sucio y poco armónico, bueno, total el instrumento aparentemente nunca antes había sido afinado, era normal que al principio las cuerdas estuvieses fuera del tono en las que se afinaban – Tiempo al tiempo, no tardarán en volver a desafinar – Suspiré ligeramente, y, en cuanto el violín comenzó a sonar junto al piano, reafirmé el ritmo yendo a lo que se debería tocar, disfrutando del momento.