Una fría brisa removía los cabellos azules del guardián, el cual mantenía la mirada fija y con curiosidad en la nave que le esperaba, tanto a él como a su hermana pequeña, para trasladarlos a la tierra. No era un vehículo demasiado grande, tampoco era necesario, con ser capaz de trasladarlos a ellos sin llamar demasiado la atención, era más que suficiente.
Comenzó a caminar lentamente hasta la nave, sin mostrar el mínimo interés de lo que le esperaba, aunque aquello solo era apariencia. La verdad era que estaba deseoso de conocer aquel lugar del que tanto había oído hablar y al cual nunca tuvo la oportunidad de visitar. Sus obligaciones como guardián le impedían escabullirse a la tierra sin tener que preocuparse de recibir a cambio un sermón por parte de sus padres. Tampoco era como si les temiera, pero no tenía ganas de tener dolor de cabeza por su culpa. Era mejor hacer caso o al menos, fingir que lo hacía.

Entraba en la nave, echando un rápido vistazo a su alrededor tomando asiento en su respectivo lugar. Bostezaba aburrido, estirando los brazos y la espalda. Comenzaba a leer el libro que había cargado con él, buscando algo con lo que entretenerse en el viaje y como no…mientras su hermana aparecía. Tenía a todos esperando desde hace un buen rato, cosa que le resulto divertida, pues escuchaba los comentarios impacientes del piloto y sus ayudantes. A él sinceramente le daba igual, la tierra no iba a ir a ningún lado, tardasen una hora más o menos, la cosa no cambiaria demasiado.

A manos de la joven felina un papel con el nombre de su papá estaba con órdenes claras, debía salir por segunda vez a la tierra. Contenta, sólo se terminó su comida y corrió a su habitación, se duchó, poniendo empeño en su cabello, quería verse linda y presentable. ¿La razón? No sabía cuándo volvería a disfrutar de una ducha tibia, así que trató de gozarla lo más que pudo. Ya una vez limpia, enredada en su toalla blanca, comenzó a guardar prendas de ropa en una pequeña mochila la cual podría cargar sin problema en su forma felina. Tras terminar, tomó dicha forma poniéndose aquella mochilita disponiéndose a salir de ahí. Corriendo a toda velocidad, logró observar la nave que les llevaría, entró de un pequeño salto maullando contenta. Logró observar a su hermano y saltó a sus piernas meneando su cola. Entre maullidos y suaves lamidas a su mentón, esperaba pacientemente el despegue de aquella nave lo cual no tardó en pasar. Se echó en las piernas de su hermano ronroneando, buscando dormir para que el viaje no fuese tan pesado.


La nave despegó y tras recibir indicaciones ambos guardianes paulatinamente abandonaron los terrenos de la academia. El viaje fue largo y algo cansado. Poco a poco la nave comenzó a descender. Tras estar ya en tierra firme, la pequeña felina dio un ligero salto moviendo su cola con curiosidad esperando a su hermano. En cuanto la puerta abrió, ésta sin cuidado salió corriendo perdiéndose de vista entre las enormes nubes de polvo. Ambos tenían una semana para reconocer el lugar. Podrían comunicarse mediante pequeños transmisores entregados al mayor puesto que la felina ya no estaba a la vista. Ahora sí, comenzaba el juego. Cazar o ser cazado.

Permanecía aparentemente dormido, aunque atento a todo lo que pasaba a su alrededor, como siempre solía ocurrir con respecto al guardián. Aparentemente siempre se veía distraído e indiferente a todo lo que le rodeara, aunque casi siempre solía ser el que más atento estaba. Por lo que la llegada de su hermana a la nave no le pillo en absoluto por sorpresa. Abría un ojo perezosamente, apareciendo en sus labios una sonrisa ladina – Nos has tenido esperando durante un buen rato pequeña – Acariciaba con cariño la zona tras sus orejitas tras el salto de la felina a su regazo, era a la casi única a la que permitía aquel trato, como solía ocurrir con el resto de sus hermanos, Uri era la pequeña consentida de todos.

No tardaron demasiado en ponerse en marcha, cosa que agradecía el guardián, deseaba llegar a la tierra cuanto antes y explorar aquel nuevo terreno a fondo, al peliazul le movía más la curiosidad que la misión, aunque tampoco se lo tomaba a la ligera.
Miro a su hermana dormida en su regazo, comenzando a acariciar su lomo con suavidad, apareciendo en el guardián un repentino sentimiento sobreprotector. Le preocupaba la posibilidad de que le ocurriese algo a su hermana, estaba seguro de que tendrían que separarse y ella tendría que cuidarse sola. Sonreía cómplice, sacando un diminuto aparato, colocándolo en el interior de su pequeña mochila, con el cual podría saber donde se encontraba en todo momento, en el caso en que tuviera que ir en su ayuda. Aunque las posibilidades de que perdiera la mochila eran bastante grandes, no tenía muchas más posibilidades.

Tras un largo y aburrido viaje, al fin llegaban a su destino. Al tocar tierra, no pudo evitar reír al ver como su hermana saltaba de su regazo moviendo su cola –Impaciente ¿?– Se acercaba a ella inclinándose un poco para acariciar su cabeza- No seas demasiado temeraria Uri– Decía volviendo a erguirse, caminando hasta uno de los compartimentos de la nave en el cual guardaba una cartera donde guardaba sus cosas. Sacaba de esta un pequeño objeto de plástico, colocándolo en su nariz, de modo que el aire toxico de aquel lugar no le afectara y respirara con naturalidad. Volvía a reunirse con su hermana, esperando que se abriesen las compuertas con curiosidad disimulada. En cuanto se abrieron, la primera en salir disparada fue su hermana, cosa que provocó de nuevo la risa en el guardián, el cual salía de la nave sin prisa, creando una ilusión a su alrededor de modo que fuera imposible verlo. Si alguien los hubiera observado, la única presencia que habrían notado sería la de su hermana.