Un nuevo día en la academia, y no es que me quejase de mi vida en el lugar, pero necesitaba tratar de cambiar de aires, sobre todo porque me resultaba las cosas algo repetitivas. Primero clases, luego tiempo libre para hacer lo que uno quería hacer, mientras estuviese en el margen de lo legal y no hicieramos problemas, e incluso podía añadirse que podíamos ir a hacer trabajos para ayudar a los demás. Sin embargo, era cuestión de tratar de variar, y como en la cúpula uno tenía mucha libertad de accion para visitar todo tipo de sitios naturales, otra de mis rutinas era la de visitar todo tipo de sitios en busca de ingredientes útiles para mis pociones. Vale que tuviera mis capacidades con las pociones y mi bastón, pero dos de ellas provocaban todavía unos efectos adversos que resultaban bastante dolorosos, sobre todo para la poción reforzante, que provocaba que si tomaba tres de ellas fuese casi de inmediato una ida al hospital, y con suerte si alguien me encontraba.

Mis pasos se dirigieron hacia una zona que no había dedicado a explorar demasiado, debido a que se solía alejar de mis zonas habituales de recolección. Ese día no tenía que conseguir ingredientes para las pociones que ya tenía, y tenía suficientes dulces para pasar fuera ese día; ocultos y bien cuidados entre mis diversos ropajes. Lo que verdaderamente llevaban mis pasos era la propia exploración de la cúpula, de ver hasta donde llegaría, pero pronto pude ver algo majestuoso, siendo un árbol gigantesco que daba sombra al lugar, y del cual podía notar como una presencia. No sabía si sería mágico o la primera impresión de ese árbol, pero cabía decir que se había llevado mi atención. Me dediqué a caminar alrededor de él, observando todo su follaje y el tronco, sin lograr a identificar que tipo de árbol era. Tendría que revisar los archivos en la biblioteca en cuanto volviese, pero ahora iba a disfrutar del lugar.

Me senté en el suelo, sin llegar a tocar el tronco, pero manteniendome bajo la sombra que ofrecía, y saqué de entre mis ropajes uno de los dulces que tenía guardados, un bizcocho de chocolate que; aunque pequeño, podía saborear sin problemas de tratar de cortarlo, y podía tomarlo a bocados sin llegar a mancillar el lugar con cualquier tipo de residuo. El chocolate inundó mi boca, y cerré los ojos disfrutando del sabor, mientras una suave brisa pasaba a acompañar el lugar. Una breve paz, que quizás debería aprovechar luego para mejorar mis habilidades con mi elemento, o quizás mejorar mis pociones para evitar que tuviesen tantos efectos secundarios, pero de momento era el momento del dulce y no iba a perderlo por mucho tiempo.

Mientras descansaba en el lugar, de repente escuché una voz que me preguntaba si no debería estar en clase, junto con que me identificaba como miembro de la clase Nube. Me sorprendí un poco, pasando a mirar a mi interlocutor, siendo alguien que seguramente fuese un profesor o alto cargo del lugar, probablemente metiendome en un problema por no haber ido a clase. Pero antes de responder, otro dato que me comentó era la mar de interesante y que había captado mi atención, y era que el árbol captaba las emociones ajenas, y que podía alterar la flora local solo con mi presencia si no tenía cuidado.

- No era mi intención faltar a clase, ni afectar a la flora del lugar. Sencillamente necesitaba explorar la cúpula, en parte en busca de nuevos ingredientes, y en otra estar tranquilo. Aunque si que pude notar que este arbol era especial, es como si tuviera una presencia propia... - Dije, pasando a levantarme con cuidado mientras respiraba hondo, serenándome un poco ya que parecía que ese hombre no iba a tirarme de la oreja precisamente por estar ahí mismo. Es más, me sonaba precisamente de algo, quizás de cuando entrase en la cúpula, pero en esa época era todo bastante confuso para mi, asi que no podía acordarme del todo, solo sabía que el que estuviese ahí hablando en esos momentos había sido cuestión de suerte precisamente.

- Soy Grothnack Blodmir, encantado de conocerle. ¿Un dulce? - Dije, presentandome y extendí mi mano a modo de saludo cordial, para después con la otra pasar a buscar entre mis ropajes, sacando de unos de los pliegues un pastel de chocolate empaquetado para evitar que se rompiese ni acabase aplanado por algo. Seguramente a mas de uno le extrañaría que pudiera sacar algo así, pero es que a cuando uno le encanta los dulces, era capaz de encontrar maneras bastante insólitas para transportarlo, siendo esa una de ellas.