Rió. La noche era joven y los invitados estaban ya un tanto pasados de copas; No era el caso de ella, que mantenía la cabeza lúcida al no probar el alcohol. Mientras se tocaba el cuello sensualmente con los dedos, reía coqueta de las ocurrencias de cierto hombre, a la par que se mantenía sentada en la mesa frente a él, con las piernas cruzadas. Debía tener unos cuarenta años. Debía tener esposa e hijos, pero aquello eran impedimentos pequeños que no detendrían en absoluto la intervención de la chica.

Era una fiesta bastante privada. Solo algunos trabajadores de primera categoría y algunos de los espías y asesinos desperdigados por el lugar, atentos a cualquier percance.
Enfundada en un vestido corto de color negro y unos cuantos accesorios todos en color plata, vio por el rabillo del ojo a quien sabía que entraría de último al salón. Había terminado su guardia en el hospital y sabía que no tardaría en llegar.

Observó a la puerta, dando una mirada de aprobación al atuendo del mayor. Quedaba estupendo con su traje, más no podía distraerse mucho. Tras una mirada provocadora, centró de nuevo su atención en el mayor, mientras reía de sus bromas y rechazaba su tacto coquetamente, dándole a entender que las negativas eran simple coqueteo y no un rechazo arraigado, dando, de tanto en tanto, una mirada al joven de ojos plateados.

Miraba la hora en su reloj  de muñeca, dejando escapar un pequeño suspiro al comprobar, que efectivamente y tal como temía , llegaba tarde a aquella celebración que por otro lado, no era como si deseaba demasiado asistir. Estaba cansado, acaba de terminar la guardia en el hospital y tras atender a un número considerable de pacientes, lo último que deseaba era asistir a una fiesta. Pero por otro lado, hacía mucho que no iba a alguna…prácticamente desde que piso la cúpula, las celebraciones y fiestas se evaporaban para dar paso a las responsabilidades y trabajo. Le harían bien dejar a un lado aquella faceta suya y recuperar una que pensaba que casi había perdido.

Al entrar en el salón, su mirada viajaba de un lado a otro de forma disimulada e indiferente, saludando a conocidos y compañeros, tomando una de las copas de champan que ofrecían a los invitados. Mantenía una charla animada y distraída con uno de los profesores, con el que solía almorzar a menudo entre descansos y con el que mantenía una relación que se podría considerar de amistad, cuando sus orbes plateadas captaban a cierta fémina…con otro hombre. Por un segundo el resto de invitados parecía haberse evaporado y tan solo se encontraba ella coqueteando con un tipo al cual no había visto en su vida. Pero eso no era lo importante… Victorya no paraba de sonreírle y mostrarse seductora , cautivadora…con otro hombre.

La atención del moreno volvía a centrarse en su compañero, manteniendo una actitud caballerosa, entablando conversación con cualquiera que se acercara a ellos, sin parecer demasiado afectado o pendiente de los movimientos de la chica. Suponía que estaba trabajando…confiaba en ella, debía de hacerlo, era parte del trato. Pero maldita sea la hora en la que tenía que ser testigo de cómo lo hacía, aquello no era algo en lo que pensaba a la hora en la que llegaron al acuerdo. Una voz femenina lo despertaba de nuevo de sus pensamientos, dirigiendo la mirada hacía la poseedora de aquella dulce y tranquila voz. Se trataba de una de las profesoras, con la que también solía mantener un trato cordial, sin llegar a ser tan amistoso como con  su compañero de profesión. El moreno charlaba y sonreía con la fémina, sin evitar lanzar alguna que otra mirada vigilante a la morena, bebiendo de vez en cuando de su copa

Rió de un chiste malo nuevamente. Aquello comenzaba a ser monótono, pero saber que él caía ante sus encantos como lo hacían todos, alimentaba un poco más el ego que la chica tenía. Se encontraba renovada. Aún sabiendo que debía cuidar y reservar ciertas areas de su cuerpo, encontrar que aún era deseable para los hombres y que podía manejarlos le llenaba de un orgullo arrebatador. Justo en aquel momento, no podía sentirse más deseada. Tenía a tres hombres interesados en la plática y a uno a la lejanía, pendiente de cada uno de sus movimientos.

Bajó de la mesa con lenta sensualidad y caminó por detrás del hombre mayor, sentado en una silla cercana. Susurró un "ahora vuelvo" en su oido y pasó la punta de sus dedos por detrás de los hombros para dirigirse al tocador. Justo cuando el contacto entre ellos dos se deshacía al final de su hombro, la mano de él sujetó su muñeca y tiró de ella, atrayendola hasta sus brazos mientras la tomaba por la cintura. Dijo algo que no escuchó en su totalidad por el ruido de la música y rió sacudiendo un poco su cabellera. Las luces de la habitación se apagaron un poco para dejar iluminada la pista de baile, y el momento fue aprovechado por aquel hombre, para bajar las manos por el cuerpo de la chica, tomándola por sus caderas y besando su vientre con una suave mordida incluida. Ante la mordida, soltó un jadeo y deshizo el agarre del mayor, dedicándole una mirada ardiente de fingido deseo. Quitó sus manos de su cuerpo y se alejó a paso sensual del lugar, entrando al tocador para refrescarse un segundo, sentándose en la barra de los lavabos una vez se aseguró de que no había nadie alrededor.

Lanzar una flecha en  su espalda hubiese tenido el mismo efecto que la risa que emitía Victorya desde el extremo de la sala… A pesar del ruido, la conversación mantenida con sus compañeros, el bullicio de lo que suponía estar en medio de una fiesta bastante animada… Christian capto aquella risa como si fuese lo único que se escuchara en toda la estancia. Su cuerpo se tensaba de un modo imposible de apreciar para sus acompañantes y su mirada evitaba por todos los medios posarse en aquella dirección, pues era muy consciente que su autocontrol, del cual se sentía orgulloso, pues era un hombre que no solía perder el control fácilmente, estaba a punto de desaparecer.
"Solo es por trabajo" Se repetía una y otra vez intentando calmar sus demonios internos. No debía mirar… aquello era más fácil decirlo que hacerlo, pues antes de darse cuenta, sus orbes plateadas se clavaban en la fémina que provocaba que tuviese ganas de degollar a ese viejo.

No debió mirar.

La mano de aquel tipo sujetaba  tirando de ella sujetándola por la cintura….Hasta la última fibra de su ser ardía de furia contenida. Estaba tocando a su mujer. "Contrólate…contrólate…"  No podía hacer otra cosa por el momento, no iba a estallar y dar rienda suelta a su furia en aquel lugar.  No era un ser tan primitivo y estúpido como para hacer eso.
De nuevo se obligo a prestar atención a sus compañeros, los cuales reían de forma distraída, ignorando la fiera reprimida que se encontraba junto a ellos, la cual increíblemente continuaba mostrando una sutil sonrisa, cada vez más difícil de  fingir.
Si pensaba que era imposible molestarlo más, no era consciente de lo mucho que se equivocaba hasta que las luces disminuyeron de intensidad, centrándose en la pista de baile y pudo captar con todo detalle lo que ocurrió a continuación entre ellos dos.
La copa en su mano estallo para sorpresa de todos, menos la suya – Discúlpenme… - Dijo a sus compañeros con fingida cortesía y calma, observando disimuladamente como la morena abandonaba la estancia, para seguirla deslizándose entre los invitados sin mucho esfuerzo, pasando junto aquel hombre sentenciando su muerte con la mirada.

Su entrada en los lavabos femeninos fue cuanto menos delicada, casi parecía que fuese a salir volado aquella puerta cuando el moreno la atravesó y clavaba su mirada impregnada de cólera y sobre todo celos, en ella. Permaneció de ese modo, observándola con cautela, era un hombre furioso , al que la paciencia se le había terminado, pero el que era muy consciente del lugar en el que estaban y de lo que ocurriría si se dejaba llevar por sus emociones. Todos los instintos del moreno clamaban violentamente que se acercara a ella y dejase claro a quién pertenecía. Nunca había tenido tantas ganas de dejar toda su hermosa y blanquecina piel marcada por él

-Parece que se lo está pasando muy bien Alexandra – Rompía al fin el silencio sepulcral que se formo entre ellos. Como siempre, su voz era tranquila, sin delatar en absoluto todo lo que guardaba y reprimía en lo más profundo de su ser…sin embargo…su mirada… en ella reflejaba lo que tanto se esmeraba en ocultar, delatándolo por completo.

La puerta del baño se abrió de repente cuando ya tenía un par de minutos descansando. Las piernas le ardían pues, después de una temporada de no usar zapatos altos, los 15 centímetros de tacón de aguja que traía comenzaban a cansarla.

El portazo realmente la asustó, tanto que estuvo a punto de saltar del lavabo, hasta que vio al moreno entrando por la entrada... Eso no la tranquilizó demasiado...

Hola, mi amor, ¿cómo estás? Yo bien, Christian, gracias. -Susurró, descansando un momento más. Sabía a qué se debía su visita; sabía que lo había visto, lo sabía todo en aquel maldito lugar, sin embargo, el moreno seguía sorprendiéndola con sus demostraciones de... ¿hombría? - No juego durante el trabajo. - Murmuró ante la acusación que escuchó. Los profundos ojos grises del moreno la seguían a donde fuera con un enojo desatado desde el mismisimo averno.

Se levantó, acomodando sus tacones con los que era algunos centimetros más alta, alargando sus espectaculares piernas mientras se encaraba al moreno. - Necesito irme ya.- Murmuró, comenzando a caminar, deteniéndose junto a él para observarle de nueva cuenta y suspirar.- Christian... Tienes que entender que lo que yo haga de aquí para afuera, es trabajo. No te conozco, no sé quien eres y nunca te he visto... de la puerta para afuera. -Suspiró, primero viéndose en el espejo, acomodando su cabello para que fuera perfecto y luego viendo la reacción del moreno a través de él. Si no le gustaba, no había nada que pudiera hacer esa noche.- Nos vemos. - Susurró, dando media vuelta y comenzando a caminar a la salida.