Otro día más, apenas si había regresado de la tierra, el sólo poder saber que podía dormí aunque fuesen escasos minutos sin estar siempre alerta le devolvían la mísera tranquilidad que le fue robada. Llegó a maldecir en más de una ocasión haber aceptado este trabajo, seguramente ahora mismo estaría dándole clases a aquellos “ineptos” que apenas si pueden limpiar su nariz. Entre suaves maldiciones logró pesadamente levantarse de la cama, disfrutando de aquel suelo frío pero limpio, paso a paso hasta entrar y tomar nuevamente una ducha, iban tres desde que había regresado hacía unas horas de la tierra, por más que su cuerpo fuese tocado por aquella cristalina agua y la tierra terminara por caerse, la sensación de suciedad persistía siempre.

Envuelta en una toalla tomó la poca ropa limpia que tenía, toda la demás en la base de Italia estaba totalmente hecha añicos, era horrible, siempre perdía sus prendas favoritas por culpa de unos cuantos idiotas. ¿Qué hacer?.. Terminó por vestirse y empacar otro poco de ropa, sí, era hora de volver a bajar, tras entregar el informe debía regresar a saldar unas cuentas pendientes, su plan: Hacerlo en máximo dos días para volver y descansar, después de ello, un hermoso mes en la cúpula le esperaba.

Salió por la parte trasera de los edificios, con su pequeño morral en su hombro lleno de poca ropa y unos cuantos libros se dirigía a la nave, ahí, una pequeña carta con el sello del director le esperaba.

“Sé que te había prometido una misión corta y vacaciones cuando regresaras, pero ahora deberé pedirte un favor. Una de las alumnas sabe que irá una nave a la tierra y le permití ir, se dirigirá contigo, el destino de ella está cerca del tuyo, cuídala bien.”

Frunció suavemente el ceño. ¿Niñera? ¿De una alumna?.. No podía ser… Eran órdenes, no podía quejarse, mucho menos reclamar. Entró a la nave y se sentó, cruzó elegantemente sus piernas y sus brazos bajo su busto cerrando sus párpados esperando por la contraria.

El esperar se volvía tedioso… A cuentagotas el tiempo y la paciencia comenzaban a colmar a la demonio. Tomó uno de los libros que llevaba siempre en las naves, escondidos o a la vista, el punto era que nunca faltara alguno. Lo abrió y comenzó a hojear buscando el marcador que había dejado; Al encontrarlo, siguió con su lectura, una de aquellas tantas novelas eróticas que gustaba de leer hacía más amena la espera. Todos comenzaron a abordar la nave listos para irse, parecía que aquel tripulante “extra” no llegaría. Menos mal… No tenía tiempo de cuidar a alguien más. Un suave suspiro que denotaba lo cual aliviada estaba se interrumpió ante los pasos de afuera y como lentamente terminaban por escucharse dentro de la nave. Levantó la mirada y arqueó su ceja al ver a aquella mujer, complexión delgada, cabello negro, finas facciones… Era una jodida alumna…

Ante la disculpa no hizo ningún comentario, cerró lentamente su libro y se cruzó de brazos bajo el busto quedando totalmente en silencio. Parpadeó un par de veces cuando ante ella la fémina se había posado. Escuchó su nombre, al menos tenía un tanto de educación, un punto a su favor. No correspondió aquella mueca, ladeó su rostro y observándola de soslayo, tosca y algo ruda movió su mentón indicándole se sentara, a su derecha, a su izquierda, frente a ella, no le importaba, mientras no la molestara para ella era mejor. - Tarde. - Fue la única palabra que pasó por sus labios antes de que la nave comenzara a ascender. Su humor no era el mejor y aquella fama entre los mismos asesinos al ser la menos amigable, la más tosca y por mucho la más mandona. Uno de los pilotos se acercó a ambas jóvenes, más que nada a la nueva, firmes indicaciones de no bajar hasta que la nave estuviese totalmente detenida siempre estar tras los pilotos y Rias y sobre todo, no dirigirse a nadie que no le hubiera indicado el director. Rias simplemente escuchaba, indicaciones que se sabía al derecho y al revés, qué aburrido.

Permaneció callada durante todo el viaje, un par de horas eran bastante largas, no sabía ni le interesaba saber de qué podría hablar con ella, volviendo a su lectura, ni siquiera había tenido la delicadeza de decir su nombre. ¿Para qué? De cualquier forma el director seguro ya se lo había dicho o lo había escuchado de boca del piloto. El no dormir la ponía de malas… Muy malas y menos sin tener alguna bola de chocolate en sus labios. - Qué fastidio. -Susurró volviendo su vista a la contraria. - Soy asesina, no una niñera. - Agregó sin mucho agrado, volviendo aquella mirada gélida clavándola en la ajena.