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Mensaje por Elissa Zaitseva DiVongola Mar Abr 23, 2013 9:33 pm

Mil palabras (Priv. Giotto Vongola~)

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Había dormido más bien poco, pensando en lo que tenía que hacer aquel día. Ni siquiera le importaron los dolores que siempre sufría por la noche, ni el intenso calor que tenía que soportar, solo pensaba en la llamada que tenía que atender por la mañana.

Decidida a no darse más tiempo para dejar que los nervios se la comieran viva, se levantó de la cama pesadamente y la tendió con sumo cuidado de dejarla impecable en cuanto el sol entró por la ventana. Lanzó un suspiro cuando terminó y se decidió a buscar algo para usar aquella mañana. Tras abrir el armario y recorrer los vestidos con ojo crítico, eligió uno sencillo de color blanco que amaba, pues siempre la hacía lucir con un poco más de color en su pálida piel. Tomando una toalla del armario, caminó hasta el baño y cerró la puerta; No pasó el seguro, pues la habitación estaba cerrada por dentro.

Su ropa cayó a piezas, lentamente a la vez que su cabello salía de la trampa de aquel listón azul que lo atrapaba en una coleta alta. Entró a la ducha, no sin antes comprobar que el agua estuviese aceptablemente fría: a pesar de que ya era primavera, de vez en cuando la temperatura descendía por la noche, enfriando el agua agradablemente para acabar con sus malestares y bochornos por un rato. Una vez mojada de la cabeza a los pies, cuidando de lavar bien su cabello, recogió la botella de shampú con aquel gel ámbar con aroma a vainilla y extendió un poco por la superficie de sus manos, frotándolas hasta lograr una ligera capa de espuma que aplicó de raíz a punta en el cabello, dejándolo penetrar en las fibras capilares mientras extendía el líquido claro de otra botella, con el mismo aroma pero suavizado, por su piel húmeda. Justo después, dejó que el agua quitara la espuma de su cuerpo, y repitió el proceso por el simple gusto de sentir el agua fría en contacto con su piel.
Salió del baño enredada en una toalla blanca y con el cabello cayéndole por el hombro derecho. Secó su piel y su cabello lo más que pudo antes de vestirse; Encontrando el vestido blanco, de cuello alto y sin mangas, extendido encima de su cama. Lo pasó por encima de su cabeza y abrochó los tres botones al frente del pecho, que dejaban un espacio descubierto desde su escote hasta el cuello. Ciñó con un listón la cintura y dejó que la tela volara hasta pasada la mitad de su muslo, para luego buscar sus zapatos blancos favoritos. Cuando no hubo nada más que ponerse, cepilló su cabello pausadamente. Dejándolo ligeramente húmedo, colocó el prendedor de plata de su madre en forma de flor en él y después abrochó su cadena, con las argollas de matrimonio de sus padres colgadas, y las ocultó lo más que pudo dentro del cuello del vestido.

Dejó la habitación una vez se sintió preparada para enfrentar lo que le venía: tenía un citatorio para primera hora de la mañana en la oficina del director que, si se lo hubiesen entregado ese mismo día, hubiese, por lo menos, evitado el quedarse despierta por la noche por culpa de la ansiedad de saber de qué se trataba. Una vez fuera, cerró con llave la puerta y la guardó en el bolsillo de su vestido. Tras un suspiro, tomó rumbo hacia el salón principal…

Encontró rápidamente la puerta que buscaba enmarcada por las escaleras, que le daban un toque aterrador, pero a la vez cálido y dulce. Al llegar, tocó por puro instinto, más sabía que no le abrirían. Abrió la puerta y la cerró tras de sí cuando entró y no pudo hacer otra cosa que contemplar la majestuosidad de aquel largo pasillo adornado con pinturas. Pasó los dedos por ellas a medida que avanzaba, sintiendo la pintura suave al tacto: Nunca fue experta en arte y, a veces, ni siquiera le llamaba la atención, pero aquellos lienzos tenían un atractivo inusual que no permitían dejarlos de ver. Finalmente, llegó al final del pasillo, donde una fuente inusual le daba la bienvenida, ocultando tras de sí otra puerta de madera con la leyenda: “Oficina del director”. Rodeó la fuente, pero justo cuando la dejaba detrás, no pudo evitar voltear a verla una vez más. Acercándose lenta y firmemente, las yemas de sus dedos rozaron las suaves llamas que de inmediato lamieron la piel sensible de sus dedos. Al instante, un chillido de dolor salió de sus labios al sentir el ardor de las quemaduras e inmediatamente dio dos pasos atrás, cubriendo la quemadura de sus dedos con la otra mano y tratando de olvidarse del dolor.

Aspiró profundamente, frente a la puerta con la imponente leyenda cuando, decidida, tocó tres veces con los nudillos la fina madera. Como si fuera por arte de magia, el nerviosismo que sentía superó, por mucho, el dolor de las quemaduras… Suavemente, llamó a la puerta: -¿Sir Giotto?
Elissa Zaitseva DiVongola
Mensaje por Giotto Vongola DiZaitsev Miér Abr 24, 2013 2:36 am

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Varios días habían pasado ya desde que había revisado y ordenado los expedientes que faltaban, pero a pesar de que llegaban más, eran ya pocos y no apuraba tanto. Todo comenzaba a tranquilizarse y gracias a los nuevos guardias de las puertas las amenazas habían disminuido considerablemente para lo que al rubio le daba tiempo de relajarse. Ya habían sido varias semanas las cuales no salía de su oficina y si, llegaba a extrañar la compañía de ella, aquella mujer que le había cautivado en más de una ocasión, así que esa misma tarde a puño y letra, escribió una carta para ella la cual fue entregada inmediatamente citándola al siguiente día a aquella oficina. ¿El plan? Terminar de arreglar todo lo que tenía pendiente para poder platicar aunque fuesen unos minutos.

La noche calló y tras dejar todo arreglado, salió de aquella oficina caminado por aquel pasillo a ojos cerrados pues conocía el camino a la perfección. Se detuvo antes de abrir la puerta y levantó la mirada hacia el primer cuadro que había pintado, entrecerró la mirada y contemplo por unos instantes perdido en sus pensamientos. Segundos que parecieron una eternidad para después, terminar por salir de ahí dirigiéndose a su dormitorio. Se deshizo de la capa y el blazer, desabrochó la corbata y se quitó el chaleco, todo dejándolo por ahí. Se quitó los zapatos y así, se tiró a la cama, totalmente exhausto, solo quería descansar. -Los años comienzan a pesar...- Susurró y entrecerró un poco la mirada para sin darse cuenta, terminar por quedarse totalmente dormido.

En cuanto amaneció y los primeros rayos del sol tocaron el rostro del rubio, este abrió sus parpados dejando asomar sus orbes dorados, daba cuenta a que volvía a quedarse dormido vestido, comenzaba a ser costumbre. Bostezó con pesadez tras estirarse. Se quedó así unos instantes y se puso de pie comenzando a desvestirse, dejando la camisa por ahí al igual que las demás prendas. Tras darse una ducha, tomó aquel traje gris cenizo que tanto le gustaba pues le hacía ver más formal de lo normal. Se vistió, se puso su capa y Salió de su habitación. El trabajo y una reunión importante le esperaban. Llegó temprano a la oficina. Se sentó y comenzó a leer expedientes. Tras terminar, se quitó la capa y el blazer, se arremangó las mangas de la camisa y comenzó a acomodar lo que le faltaba, con una suave música de piano de fondo, el ambiente era agradable y ameno, algo que logró hacer el tiempo pasara más rápido.

Logró escuchar unos pasos que se acercaban a la puerta, asumió era a quien había mandado aquella carta y se dispuso a terminar de arreglar lo que archivaba, sin embargo, logró escuchar un suave quejido proveniente de una mujer, sin duda era ella. Frunció con suavidad el ceño algo preocupado y en cuanto escuchó la puerta, dejó lo que tenía en sus manos por ahí y se acercó a abrir. Era la joven pelinegra, este, le regaló una suave sonrisa y se hizo a un lado dejándola pasar mientras aún continuaba con sus mangas arremangadas. -Bienvenida.- Dijo con tranquilidad bajando un poco la mirada para ver su mano, sus dedos, con suaves quemaduras. Tomó su mano y la observó. -¿Qué te pasó?- Preguntó preocupado para levantar un poco la vista y observar las llamas de la fuente, a lo que dedujo de inmediato. La llevó y la sentó en uno de los sofás de aquella pequeña sala. Tomó unos cuantas cosas de curación y comenzó a curar aquellas quemaduras. -Elissa, tienes suerte de que esas llamas no quemen como las normales.- Dijo aun con preocupación mientras seguía curándole. Tras terminar, puso banditas en sus dedos y suspiró. Le acarició con suavidad la mejilla y besó con delicadeza su frente para tomarla por la cintura con cuidado y acomodarla en su pecho mientras el se recargaba en el respaldo del sofá comenzando a acariciar sus cabellos. -Te extrañé…- Dijo en un suave susurro y cerró sus ojos. -Por cierto… Te ves hermosa con ese vestido…- Agregó entreabriendo la mirada. -Pedí que vinieras porque te invitaré a comer hoy, quiero pasar el resto del día contigo. ¿Qué dices?- Bajó un poco la mirada para poder observar aquellos hermosos orbes, mientras con su otra mano, acariciaba con delicadeza su mejilla.
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Mensaje por Elissa Zaitseva DiVongola Miér Abr 24, 2013 9:58 pm

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Mientras esperaba frente a la puerta, entrelazó sus manos con sumo cuidado, buscando la forma en que no se notaran las quemaduras y las dejó caer suavemente sobre su regazo, observándolas y moviendo los dedos aquí y allá para cubrir más la zona. Justo cuando estaba a punto de conseguir, indoloramente, que las punzantes heridas se cubrieran, la puerta se abrió con un hombre rubio tras ella dándole una cordial y amable bienvenida. Levantó el rostro de sus manos y devolvió el cálido saludo con que la recibió con una suave sonrisa, dando unos pasos dentro de la oficina hasta que se dio cuenta de cómo los ojos de aquel hombre iban de su rostro a sus manos. - Buen día, sir Giotto. Espero no sea muy temprano.- Murmuró a modo de saludo para tratar de disimular las heridas, más el mayor se llegó a la conclusión correcta rápidamente mientras observaba la fuente tras de ella. -N-no es nada.- Trastabilló tímidamente tras tratar de retirar la mano del agarre del mayor. Sin embargo, le pareció rudo resistirse y, sin muchas ganas, dejó que examinara su mano mientras un largo suspiro salió de sus labios. Respondió apenada a la pregunta, agachando la vista mientras observaba el piso de la habitación. –Me ha entrado la curiosidad, lo siento mucho.-

Se dejó hacer por el mayor, que la dejó sentada en un pequeño sillón cómodo mientras buscaba entre sus cosas algo con qué curar las heridas. No pudo menos que sentirse entristecida por su imprudencia: no le veía desde hacía semanas y lo primero que hacía era molestarle con tonterías. Desde un principio no tenía un buen presentimiento de que aquella reunión fuese para algo bueno. Estaba segura de que la cita era para leerle la cartilla, pues ya varias veces la habían encontrado guardianes y profesores en el lago muy entrada la madrugada, con lo que no esperaba que todos hubiesen guardado el secreto. Con los nervios por el regaño que esperaba y el que aún le faltaba por romper los toques de queda, ni siquiera sintió el suficiente valor para pedirle, como haría en cualquier otro momento, que no se preocupara por sus heridas, pues eventualmente sanarían. Ni siquiera tuvo el valor para asentir una vez que, entrado en la tarea de curarle la mano, el mayor le recalcó la suerte que tenía al apenas salir herida. No le hubiese dolido tanto aquel gesto de preocupación si lo hubiese dicho con una voz dura, en vez del suave tono que usó.

Una dulce caricia en la mejilla y un afectuoso beso en la frente hicieron falta para lograr sacarle una sonrisa, aunque ligeramente triste, al fin y al cabo solo mostraban la inquietud que él sentía por ella, lo que logró tranquilizarla al instante. En un movimiento que no esperaba, el mayor la tomó de la cintura y la acomodó en su pecho mientras acariciaba su cabello. Dos palabras pronunciadas por sus labios bastaron para darle la tranquilidad que no lograba conciliar desde que recibió la dichosa carta, que no revelaba en ningún lugar lo que podía esperar de aquella reunión, por más que la leyera y le diera vueltas en la cabeza. Dos palabras que tiraron toda la preocupación y tristeza que se había ido apilando por semanas desde que no le veía: Te extrañé… Al instante, el sonido de aquella misma voz la hizo sonrojar al hacerle un cumplido. Simplemente no podía creer que todas sus preocupaciones fuesen infundadas. Se abrazó a su torso y escuchó atentamente el plan que aquel maravilloso hombre tenía para ella. Suspiró aliviada al momento que revelaba el porqué de aquella carta. - ¿Entonces no estoy en problemas?-. Sonrió ampliamente observando su rostro. -No sabe cómo me encantaría.- Aceptó, riendo con total plenitud. -Bien pudo ir a la cafetería y sentarse conmigo. Casi siempre me siento sola. A veces con sir Stear, pero por lo general él no va a la cafetería-. En medio de su repentina felicidad, no controló su impulso de obsequiarle un beso en la mejilla a aquel cansado y cálido hombre, que no hacía más que trabajar y regalarle el que, al parecer, era de los pocos momentos libres que había tenido últimamente.

- Llegué muy temprano y parece cansado, además de que aún falta tiempo para la comida. ¿Quiere que vuelva más tarde a verle?- Murmuró sonriendo mientras regalaba nuevamente un beso al mayor, recargando su cabeza en su hombro y acariciando la mejilla contraria. - O puede dormir aquí por un rato y yo le ayudo con lo que estuviese haciendo. Solo espero que no esté trabajando hasta tarde.- Sonrió observando con ternura la pila de carpetas encima de su escritorio, para luego regalar una caricia con el puente de la nariz a la mandíbula del mayor. Dio un suave beso en la garganta de este y cerró con suavidad los ojos, segura y tranquila ahora que ya sabía el motivo que movía al hombre. La extrañaba, y eso hacía latir su corazón más fuerte que cualquier otra cosa que pudiese decir o hacer.
Elissa Zaitseva DiVongola
Mensaje por Giotto Vongola DiZaitsev Sáb Abr 27, 2013 2:49 pm

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- Curiosidad...- Dijo y suspiró. ¿Qué se le podía hacer? al menos con el contacto de las llamas de cierta manera "había aprendido la lección". Aunque si llegó a notarla inquieta no quiso preguntar pues no quería incomodarle, tal vez esa repentina carta podía inquieto a cualquiera, pero si seguía con ese sentimiento de que ella estaba incómoda él preguntaría, todo lo que menos quería es hacerle pasar un mal rato a ella. Entonces pasó, ella misma se delató a lo que él arqueó con suavidad una ceja y levantó el rostro bajando la mirada para observarle. –¿Problemas?- Cuestionó para buscar la mirada de ella. Sin embargo, suspiró ante la aceptación de la chica y al ver que era de su total agrado no hizo más que dibujar una sonrisa en sus labios y besar nuevamente su frente. Escuchó la proposición a lo que se le hizo realmente tierno. ¿Cómo negarse? Asintió sin siquiera dudarlo y enterneció su mirada. La abrazó aferrándose un poco a ella, realmente la había extrañado.

Negó con suavidad ante las afirmaciones y si, tenía razón, faltaban apenas si un par de horas para que la cafetería comenzara a servir formalmente el desayuno. -¿Hm?- Hizo ese sonido suave ante la pegunta y negó. – No te vayas.- Pidió con una sonrisa mientras le correspondía aquel beso en su mejilla con una sonrisa dejándola recargarse. Aquella cálida caricia en su mejilla le hizo entrecerrar su mirada y acomodar su otra mejilla en la coronilla de su doncella. Cerró sus ojos disfrutando el momento y acarició con suavidad su hombro. – Si duermo no podría disfrutar de tu compañía…- Susurró. – Y sí, he trabajado hasta muy tarde, sin embargo dentro de poco el trabajo se terminará y podré pasar más tiempo contigo…- Murmuró con una suave sonrisa.

– Pero antes que nada, me encantaría que me contaras el porque te libraste de problemas de los cuales no estaba enterado. Ahora entiendo porque te noté tan inquieta.- Dijo con seriedad sin dejar de acariciar el hombro de la joven dama. – Elissa, no debes meterte en problemas, no quiero que te pase nada malo.- Susurró con cierto tono de preocupación y algo resignado. Entreabrió su mirar para observar la pila de carpetas las cuales solo debía acomodar ya. – Confiesa… - Dijo ya por último con una suave sonrisa, después de todo, la pelinegra no era del tipo de chica que se metiera en problemas graves, solo que debía hacerla hablar si es que quería verla más tranquila.


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Mensaje por Elissa Zaitseva DiVongola Lun Abr 29, 2013 12:17 pm

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-No me iré.- Susurró suavemente. Era cierto que quería dejarlo descansar, pero si de cualquier modo no lo iba a hacer, prefería quedarse a su lado. -Si no duerme, tampoco podrá disfrutar de mi compañía. Estará cansado...- Sonrió cálidamente mientras observaba aquella habitación. Ciertamente era más grande que su habitación, igual que casi todo en aquella academia, pero le daba cierto aire tenebroso. No sabía si sería porque las direcciones de las escuelas siempre daban aquella sensación o si esa tenía algo en especial en la decoración o el ambiente que la hacían particularmente especial. –Así que si puedo pedirle un favor, me gustaría que durmiera un poco más en cuanto tenga oportunidad.- Murmuró tras tornar su suave sonrisa en una de tristeza por la falta de descanso del mayor y ruborizarse suavemente ante las palabras ajenas, que solo le parecían adorables de escuchar.

Entonces pasó; lo que había previsto desde un principio, solo que aquel hombre desconocía las causas; aquello que le mantuvo despierta toda la noche, y ni siquiera él lo sabía: se había delatado sola. No tuvo más salida que sonreír, perpleja al no saber cómo reaccionar ante la confesión que el mayor ordenaba. Ladeó el rostro hasta que logró verle a los ojos, mientras ponía en marcha la excusa que ya tanto había pensado por la noche. Aquella que, con mucha suerte de su lado, le libraría del castigo que se merecía o, por lo menos, lo suavizaría. Si, por el contrario, la suerte no la ayudaba, terminaría, quizá, peor que en un inicio.

-No me metí en problemas.- Sonrió mientras observaba sus hermosos ojos, lo que le regalaba una excusa para sentirse más nerviosa de lo que ya estaba. El hecho de que la observara con tal rostro de preocupación la hacía enrojecer completamente.- Lo que pasa es que…- Inició, cambiando suavemente de posición hasta que logró subir ambas piernas y dejarlas descansando encima de los muslos del contrario, para continuar hablando fluidamente.-Me gusta ir al lago por las noches, pues me es difícil dormir.- Empezó confesando la parte, quizá, menos complicada.- …y algunos profesores y guardianes me han visto ya haciéndolo. Me regañan cada vez, pero se quedan conmigo hasta que me voy, así se aseguran de que no me pase nada malo.- Sonrió ampliamente, buscando sonar tranquila para no ampliar la preocupación del mayor, mientras que rodeaba su cuello con los brazos, para obsequiarle después un suave beso en la barbilla, y continuar susurrándole al oído:- No me querían enviar acá, pues dicen que soy mala y terminaría… cito: “seduciendo al director, para hacerlo caer en mis malvadas garras y tomar posesión de la Academia para mis malévolos planes”.- Rio suavemente, para luego morder el lóbulo del oído derecho del mayor, regalándole además un suave beso justo donde se encontraba la yugular. Volvió a cambiar de lugar, posicionando ambas piernas a los costados del mayor, quedando sentada encima de él, para verlo de frente mientras sonreía. –No me enviaban a la oficina del director porque me facilitaban las cosas.- Sonrió sagazmente, completamente consciente de que aquella actitud podría traerle mayores problemas, tanto a ella como a los Guardianes y profesores que le habían guardado el secreto, pero tenía unas ganas tremendas de… Siguiendo sus instintos, regaló un beso, apenas un roce, a los labios del mayor, esperando no incomodarle. –Y después recibí su carta.- Suspiró, agachando el rostro mientras sonreía, completamente enrojecida y sonrojada por su atrevimiento, pero de lo más feliz mientras ocultaba su sonrisa.

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Elissa Zaitseva DiVongola
Mensaje por Giotto Vongola DiZaitsev Sáb Mayo 04, 2013 1:17 am

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-Sonrió ante lo que dijo, realmente agradecía que no se fuera aunque lo que dijo le causó algo de gracia, sonriendo con suavidad, solamente negó y correspondió aquella sonrisa que le hacía ver realmente hermosa. Escuchó el favor que ella le pidió. Rió con suavidad y asintió. - Te lo prometo… - Le dijo en un suave susurro mientras le observaba pues en cierta forma que le pidiera eso le causaba algo de ternura.

Notó las reacciones de ella ante la pregunta, aunque su semblante era serio, en sus adentros sonreía con cierta gracia, el que ella mima se hubiera delatado en cierta forma hacia sigo algo cómico, prefirió quedarse en silencio esperando a ver qué más hacia.

Comenzó a escuchar aquella excusa. - Al lago… Sabes que ahí está Cheza - Dijo mientras entrecerraba su mirar. - Si los cazadores te siguen podrían dar con ella y ambas estarían en peligro. - Atinó a decir. - Entonces hablaré con los profesores y guardianes, está bien que te acompañen, pero es igual de peligroso, les castigare. - Dijo tan serio que parecía real más estaba mintiendo, si hablaría con ellos pero no a tal grado de regañarles. A pesar de que quería sonar tranquila se le notaba el nerviosismo. Arqueó una ceja al sentir como ella rodeaba su cuello con sus brazos en lo que fuese un abrazo sintiendo el beso en la barbilla. Aquellos susurros en el oído solo hicieron cerrara sus ojos con seriedad. Aun con sus brazos cruzados, seguía escuchando atentamente. - Me pregunto ¿Por qué dirían eso? ¿Alguna vez les diste pie para que pensaran eso? - –Preguntó con una incómoda seriedad sin abrir sus parpados más su rostro estaba totalmente inexpresivo. Sintió la mordida de la joven y no hizo más que sonreír por sus adentros. Entonces, entreabrió la mirada y lo primero que vio jue a la joven viendo como tomaba asiento en sus piernas, una posición si duda un tanto comprometedora más él seguía sin moverse. -Facilitar. - Repitió. - No creo que el director cayera tan fácil. - Respondió levantando la mirada para verle. Entonces recibió lo que ya veía venir, un beso de los labios contrarios a lo que él apenas si correspondió. No era porque no deseara un beso, si no, era realmente algo inapropiado y menos en esa situación. ¿Qué pasaba si alguien los encontraba de esa manera, pero no pudo evitarlo, aquel rubor en ella fue tan hermoso que tuvo que girar su rostro escondiendo el propio rubor.

- Elissa. - Le llamó con seriedad mientras volvía la vista hacia ella más tranquilo. - ¿Estás consiente de lo que estás haciendo? - Cuestionó con suma seriedad. - El que yo como director permita este tipo de comportamiento en mi oficina es una falta muy grave de respeto tanto para ti como alumna como para las personas del lugar pues mi deber es hacer mi trabajo. - Musitó observándole a los ojos. Quería que ella pensara el estaba muy molesto pues a pesar de que la relación ya tenía un rumbo, debían haber ciertas normas a cumplir pues él no quería que ella fuese motivo de comentarios por los demás. Él no le importaba, le daba igual, pero siempre cuidaba por el bien estar de ella, cuando se diera formalmente aviso de su relación otra cosa seria. No podía negar que realmente deseaba hacer mil y un cosas en ese momento, pero primeramente la puerta no tenía seguro, segundo, sabía que podría entrar cualquier persona de una u otra manera. ¿Para qué arriesgarse? - Elissa, esto está mal. - Dijo con serenidad. - A veces el momento es bueno, más el lugar no lo es. - Agregó y cerró sus ojos quedando en silencio esperando a saber cómo actuaria la joven muchacha.
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Mensaje por Elissa Zaitseva DiVongola Mar Mayo 07, 2013 10:37 pm

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Ciertamente el karma no le había sonreído aquella mañana.

Su sonrisa se borró en cuanto escuchó al rubio hablar. La sola mención de su propio nombre la hizo darse cuenta de que todo le había salido pésimamente mal: lo escuchó como si fuera una mala palabra que le estuviese llenándole la boca de hiel al rubio… Elissa… Era casi como una bofetada. Había logrado hacer de un problema regular, un enorme lío que involucraba a demasiada gente, cuando había tratado de minimizarlo.

Suspiró. Levantándose con el alma en pena y las alas rotas, sentándose de nuevo en el sillón, más dejando un espacio entre ambos de poco más de un metro. Respiró con dificultad mientras sostenía con los brazos su torso, mientras observaba fijamente el piso, cubriendo sin querer su rostro con los mechones que caían alrededor de este. Salir por la puerta sin decir palabra se le cruzó por la cabeza en más de una ocasión y todo deseo de estar con él se esfumó de repente. Quería irse y estar sola… Incluso pensó en irse completamente de aquel lugar y no volver jamás… pero tenía tanto sin verle y le extrañaba desde hacía tanto ¿Cuándo volvería a verlo si desperdiciaba aquellos preciadas horas que él quería pasar con ella? Claro, ya lo había arruinado, pero una pequeña esperanza era lo único que la mantenía sentada en su lugar.

Por instantes que le parecieron casi infinitos, no hizo más que respirar y observar el piso mientras le daba vueltas a cada palabra que los labios del rubio habían pronunciado. Una y otra vez repitió todo lo que dijo en su cabeza, hasta que casi memorizó las palabras exactas, las pausas y los matices que aquella voz le había dado. Tenía que decir algo ¿o no? ¿Qué es lo peor que podía pasar? ¿Qué no quisiera verla nunca más? Pensó mientras contaba con los dedos lo que quería decir, repasando una vez más las palabras del mayor; atormentándose con ellas. Contó tres veces las cosas que quería decir, los puntos que quería aclarar antes de salir corriendo de ahí, más no sabía cómo iniciar ni qué orden seguir. Tomó aire hasta llenar sus pulmones y carraspeó para quitarse el nudo de la garganta, parpadeando en repetidas ocasiones para evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos mientras recordaba la rudeza con la que le pareció que la trataba.

-No volveré al lago…- Concedió primero lo más difícil, pues por ahí había iniciado todo el asunto. Acababa de renunciar al único lugar que le agradaba de toda la academia y de romper una promesa con su madre, pero era poco precio a pagar comparado con lo que ya estaba pagando. -… pero no quiero que castigue a nadie. Estuve siempre consciente de lo que hacía, lo estuve hace un momento y lo estoy ahora, y si alguna vez bromearon conmigo, fue porque así lo permití... por confianza en que solo eran bromas.- Murmuró aferrándose al borde del sofá con las manos como si su vida se fuera en ello.

-Sir Giotto…- Susurró con palabras que no hacían sino apuntalarle más el corazón. Si de cualquier modo ya sentía que se rompía, ¿qué tanto daba un poco más? Un poco de valor le entró de repente al señalar aquello, con lo que se atrevió a darle la razón al rubio.– Tiene razón… y lo correcto sería que yo estuviera sentada allá…- murmuró señalando una de las sillas frente al escritorio sin dejar de aferrarse al borde de su asiento-… y que usted estuviera allá.- Finalizó señalando la silla del director. –De otra manera, yo no pinto de nada aquí en su oficina… Incluso aquí, lejos de usted físicamente, terminaría siendo un tanto comprometedor.-Aquello había sido todo, más no pudo reprimir el reprochar también el comportamiento del director.- ¿Por qué darle un beso es más comprometedor que abrazarme? Es… es igual-. Reprochó finalmente, agotada una vez terminado todo lo que debía decir, más las dudas acerca de irse o no volvieron con más fuerza.-…Y no creo que Cheza sea real.- Sacó de repente, recordando otra de las cosas que quería decir.- Jamás le he visto y si existiera… Me parece que lo más seguro es que prefiriera a una Diosa que a una estudiante.- Señaló un tanto estresada y volviendo a rodearse el torso con las manos.

Finalmente, recordó las últimas palabras del rubio, y le dieron el valor para reprenderle a él también: ‘Esto está mal’. Clavó la mirada en la pared y habló cabizbaja en susurros. –Fue lo único que le pedí… Que no lo hiciera si creía que estaba mal, y ya veo que sí le parece incorrecto.- Murmuró, escondiendo la cabeza en las manos y apoyando los codos en las rodillas, dándose cuenta de que jamás debió reprocharle –No me arrepiento de nada…- Murmuró finalmente en un susurro derrotado- …pero entiendo que quiera que las cosas sigan normales... solo que no me parece justo-.Suspiró finalmente, contrariada, pero sin saber por qué. Más que confusión, sentía traición, más le parecía absurdo que solo palabras le hiciesen sentir tan miserable. Simple e inconscientemente, decidió enojarse sin sentido por el regaño. No sabía que la enojaba más, si el no saber como volver al tono relajado que llevaba el día unos momentos atrás o la impotencia de no poder proteger a aquellos a los que quería. Ultimadamente... si él podía enojarse, ¿por qué ella no?
Elissa Zaitseva DiVongola
Mensaje por Giotto Vongola DiZaitsev Lun Mayo 27, 2013 12:32 pm

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Tal parecía que todas las palabras del rubio habían hecho que aquella joven mujer se sintiera mal y no era para más pues esa era la intención. ¿Malicia? Para nada, él sabía que de una u otra manera la tenía que hacer entender, y si bien ponía en peligro a los demás con sus actos más que nada se ponía a ella misma en una situación en donde ella sería el blanco fácil. Dijo que no volvería a lo que él sólo la observó a brazos cruzados entrecerrando su mirada, pues en su rostro, se le veía la tristeza al renunciar a algo que sí, el rubio sabía que amaba mucho. Ante su petición cerró sus parpados escondiendo sus orbes meditando aquello. Aquellas palabras le decían que ella estaba conciente y no se escudaría con estupideces.

Al ser llamado, volvió su vista a ella para después pasarla a donde ella apuntaba. Asintió con suavidad más no se puso de pie ni hizo nada. Ante aquellas palabras, una sonrisa de media luna se hizo presente en sus labios más sin decir nada, ladeó con suavidad su rostro escondiendo la misma de la fémina. Le observó de soslayo pues aquellas palabras tenían gran lógica viendo la situación en la que ambos estaban. Aquel suave reproche era algo tierno. Le observó con ternura entrecerrando su mirar sin despegarle la vista de encima. Sonrió más ante sus palabras, no era la única que dudara de Cheza, ya era algo común escuchar dicha frase. Cerró sus parpados ante lo último y solamente suspiró.

Algo divertido, sonrió ante las palabras. Era cierto, más lo había hecho con la intención de ver qué reacción tendría. Suspiró resignado, derrochaba ternura por todas maneras. Desvió con suavidad su mirada con una sonrisa. - Ay Elissa… - Rio con suavidad y recargó sus codos en sus rodillas ladeando su cabeza para verle. - Sólo jugaba. - Confesó con una media sonrisa algo nerviosa, no sabía cómo reaccionaría. Suspiró y recordó lo que había dicho de Cheza. Calló y comenzó a analizar para saber que responder. - Existe, sólo que está durmiendo… - Susurró como si fuese un secreto. - Ella fue quien le dio la vida a todo este lugar, las plantas que ves, ella las ha hecho crecer. - Explicó con cierta nostalgia. - Un título no te hace más que nadie. Una diosa jamás será más que una estudiante. Tú eres mi diosa. - –Le susurró con una sonrisa. - Y pronto dejará de estar mal. ¿Qué más da que las personas se enteren de que eres mi novia? - Agregó con una sonrisa. - Hasta un viejo demonio se puede llegar a enamorar. - Susurró con una sonrisa. - Elissa. - La llamó y la abrazó apegándola a su pecho. - Discúlpame si te hice sentir mal. - Susurró acariciando su cabello. - Pero igual estoy nervioso de esto. - Desvio con suavidad su mirada acariciando el hombro de la contraria.

- Hay algo que debo decirte. - Le susurró por lo bajo ya con más seriedad. - Dentro de unos días saldré de la cúpula. - La observó. - El plan es ir tres días, yo y los espías. - Entrecerró su mirada con mera seriedad. - Y prométeme que pase lo que pase, estarás tranquila. - ¿Por qué pedirle eso? Él sabía que no podría regresar de una misión así. Sin embargo, debía demostrarle que todo estaría bien. ¿Para qué preocuparle?
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Mensaje por Elissa Zaitseva DiVongola Jue Mayo 30, 2013 2:29 pm

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Elissa… Ya no lo decía con amargura pero a sus oídos sonaba condescendiente, en el mal sentido de la palabra. Le dolía que su propio nombre fuese una arma en contra suya, hasta que escuchó aquella risa. Le pareció tan… fuera de lugar. Levantó su rostro, sorprendida, hasta encontrarse con la mirada afable y la sonrisa divertida del rubio. Sus palabras se habían suavizado hasta suaves declaraciones de afecto que, por más que intentara desmeritarlas con susurros, seguían siendo palabras fuertes que la llenaban de seguridad. –Un viejo demonio… ¿enamorado?- Contuvo la respiración por un momento, sonrojándose mientras observaba el piso hasta que su nombre, de nuevo, la sacó de sus pensamientos. Cuando levantó el rostro, la distancia entre ellos había desaparecido completamente.

Suspiró soltando una risita, apenada por la calidez de aquellos orbes. El nerviosismo brotó a través de su piel mientras sentía las caricias que le regalaba, sonrojándose cada vez más al tacto de sus dedos. Se sentía bien estar de nuevo entre sus brazos. En un ligero asomo de valentía, subió las piernas al sillón debajo de su cuerpo para luego abrazarse al torso del mayor, aferrando suavemente las manos con su camisa y recostando la cabeza en su hombro con una sonrisa en los labios.

Aquella sencilla paz le duró poco. Esperaba cualquier cosa, excepto lo que le cayó como balde de agua fría. Se detuvo en sus orbes: azules escaneando dorados en busca de algo que le dijera que aquello era otra broma. No sintió cuando sus puños se cerraron entorno a la camisa del mayor, pero sentía sus dedos protestar por la fuerza que aplicaba.

-¿Pase… lo que pase?- Susurró con el rostro cenizo. Lo único en lo que podía pensar era en lo que recordaba de aquel infierno que se encontraba bajo la cúpula y de su vida pasada. -¿Qué puede tener que hacer allá? Todo estaba destrozado cuando lo dejamos y debe seguir igual.- Murmuró viendo a la nada, sintiendo la boca seca mientras tiraba un poco más de la camisa del rubio.

Pensó un momento en el sentimiento de deja vú que sentía, mientras un escalofrío le recorrió la espalda. -Mi padre… es un poco como usted.- Suspiró ordenando sus pensamientos, buscando como iniciar lo que quería decir. -Cuando le preocupaba no volver de una misión, pasaba tiempo conmigo y me regalaba algo: un gatito, un ave, un conejo, incluso me dio un revólver la última vez.- Sonrió divertida recordando aquella ocasión, aún conservaba el arma, más omitió ese detalle. -Cuando volvía, me quitaba el regalo, alegando que él ya estaba para cuidarme y yo no necesitaba nada más.- Suspiró, sonriendo cada vez más tristemente mientras avanzaba en sus recuerdos, escondiendo el rostro entre el hueco del hombro y el cuello del mayor. -La última vez… - Se decidió por fin a contarle, mientras trataba de deshacer el nudo en su garganta. -…me dijo que pasaríamos el día juntos. Jugamos, hablamos, reímos a ratos y finalmente me quedé dormida en su regazo toda la noche mientras él permaneció despierto. Al día siguiente desperté por la mañana de camino acá.- Suspiró mientras sollozaba sin lágrimas en los ojos. Le extrañaba pero ya no tenía lágrimas para llorar por aquello. –Tranquila… Tranquila siempre estoy y tranquila me quedaré… Tranquila he vivido mi luto, pero que me vea sonriente no significa que esté feliz así como que me quede tranquila no significará que no me va a dañar lo que le pase.- Murmuró, explicando porqué aquella petición no tenía razón de ser, por lo que no prometió nada.

-No le pediré que se quede, porque sé que es inútil, pero no quiero que vaya- Continuó, llegando al punto al que quería llegar. -Mi padre nunca me ocultó nada.- Una pausa para verle a los ojos. -Siempre me habló con la verdad y me decía claramente lo que le preocupaba de cada misión.- Subió una mano hasta su rostro, tomándolo por la mejilla para acariciarla con el pulgar. -Y no espero menos de usted... ¿Qué le preocupa de la misión, sir Giotto?- Con la mirada serena, encaró aquellos ojos dorados que tanto le impactaban, pero que debía enfrentar si quería respuestas. –Permítame ir con usted…- Susurró en mero tono de súplica. -Sé que mis habilidades no están a su altura pero tengo mis trucos bajo la manga y acataré cualquier orden… De algo he de servir, y si no…- Hizo una pausa evaluado la situación. - Corro rápido… Siempre puedo ser el anzuelo… - No titubeó ni un segundo mientras sostenía aquella mirada, esperando a la respuesta del mayor. Le costó en un inicio, pero una vez dominados los nervios y las emociones, estar tan cerca de él, viéndole a los ojos ya no le parecía tan intimidante.
Elissa Zaitseva DiVongola
Mensaje por Giotto Vongola DiZaitsev Miér Jul 17, 2013 1:31 pm

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Asintió ante la pregunta de la pequeña pelinegra con una sonrisa. Entrecerró su mirada sin despegar su mirar de la fémina y se quedó en silencio escuchando todas y cada una de las palabras que de aquella pequeña boca salían. Ella acortó la distancia entre ambos, cosa que jamás molestó al rubio, observó a detalle a la joven con una delicada sonrisa en sus labios, soportando las ganas de besarle.

Frunció con delicadeza el ceño ante la reacción de ella al escuchar aquello que el rubio temió decirle desde que lo había decidido. Asintió a la joven ante la pregunta más la voz de la joven le hizo sentir un horrible escalofrío. - Elissa… Allá hay más gente que ha sobrevivido y podremos rescatar… -Explicó mientras besaba su frente. - Es mi deber buscar a esas personas… Hermanos, padres, hijos, amigos, personas importantes para ya los que están aquí en la cúpula… - Suspiró y bajó un instante su mirada. - Jamás tuve miedo de irme… Pero confieso que ahora si… Tengo miedo de irme y no poder regresar, miedo a dejarte sola y fallarte… - Musitó con seguridad más en su garganta, un nudo se había formado.

- ¿Tu padre? - Cuestionó con curiosidad. Más se quedó en silencio escuchando sus lapabras, aquella explicación parecía ponerla contenta, algo que hizo el rubio sonriera con ella. Más algo llamó su atención. - ¿Revólver? - Cuestionó antes de seguir escuchando la explicación. Asintió suavemente pues era exactamente el sentimiento que tenía hacia ella, aunque si, era más fuerte el protegerla que otra cosa. Abrazó a la joven y comenzó a acariciar sus cabellos, no quiso interrumpirla aunque le veía así. Le dolía escuchar cómo su voz de cortaba más sólo cerró sus ojos tranquilizándose, buscando tranquilizar a su amada. - Elissa… - Murmuró bajo mientras acarició su mejilla limpiando una de aquellas lágrimas. Sintió un fuerte golpe en el corazón ante lo que ella había dicho. - Ay Elissa... - Recargó su mejilla en la coronilla ajena mientras la abrazaba con más fuerza apegándola a él. Realmente le había dolido eso, más él no podía pedirle más, sabiendo que podría irse y no volver, siendo egoísta, sabia que no podría partirse en dos. ¿Qué hacer?.. - Hasta un hombre con muchas responsabilidades desearía desaparecer… - Confesó en un tenue hilo de voz a la joven escondiendo su mirada en aquellos rubios mechones que bajaban por su rostro.

Siguió escuchándola y simplemente besó su coronilla. Qué más quisiera él quedarse al lado de ella… Abrió sus párpados posando sus orbes en los ajenos. Le observó con aquel semblante serio y tranquilo que le caracterizaba más por dentro, sentía se derrumbaba. Llevó su mano a la ajena entrelazando la misma estando apegada a la mejilla propia. Ante la pregunta, cerró momentáneamente sus párpados pensando bien en qué decirle a la menor. Escuchó aquel susurró que hizo entreabriera su mirar viéndola con un semblante sereno. Aquella manera de insistirle le hacia sentirse en cierta forma culpable. No sabia qué hacer. - El punto no es servirme o no… - Dijo serio y con una voz firme. - Mucho menos ser un anzuelo… -Habló más recio y si, un tanto rudo. - Entiende, que no quiero perderte. - Aquella seriedad era incomparable. Si, aquella mirada se volvió fría y dominante hacia la fémina, no permitiría una réplica más de la joven.

- Aprende a escuchar, aprende a acatar órdenes, ¿Quieres ser útil para una misión? Quédate aquí, que si vas, por protegerte, no me concentraré en lo que tengo que hacer. - Mintió mientras seguía viéndole de manera un tanto penetrante. - Miedo sí, tengo. ¿Qué más da si tengo miedo? Pensar que me estás esperando es lo que me mantiene con vida así esté moribundo. ¿Entiendes? Eres mi razón de volver… - Por fin lo había dicho a la joven. - Ay Elissa… - Ella, sólo ella le hacía sentirse entre la espada y la pared. Sus ojos se humedecieron y desvió la mirada, se puso de pie y le dio la espalda. Calló mientras posaba su mirada en aquellos libros.

Comenzó a envolverse en suaves llamas en tonos naranja y oro. Su cabello comenzó a dejar de ser rubio dando paso a un negro azabache. - Es tiempo Elissa… De que vayas conociendo más al hombre con el que te estás comenzando a liar… - Dijo mientras le observaba de soslayo. Sus ojos tomaron un tono esmeralda mientras que sus facciones se volvían más serias. - Mi nombre es Gioele Di Salvo. Un demonio de sangre pura que es buscado y cazado por su sangre. - Confesó mientras levantaba su mirada hacia la chimenea. Ahí uno de los cuadros que él había pintado en el cual, se podía observar una especie de mansión con el mismo sello que él portaba en uno de los prendedores de su capa. - Ahí es a donde voy siempre que salgo, es el lugar donde paso unas cuantas horas antes de regresar a la cúpula. - Se quedó en silencio observando el cuadro. - Todos tenemos recuerdos tristes ahí abajo, Elissa… Yo regreso… Sólo para recordar… - Suspiró con pesadez y llevó una de sus manos a su frente. Se quedó en silencio pensando y esperando a que la joven contraria, comenzara a asimilar todo lo que él había dicho.
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